Publicado en el diario La República el 8 de diciembre de 2011
Es ampliamente conocido que el acrónimo BRIC fue propuesto por Jim O’Neill de Goldman Sachs en noviembre de 2001, con el fin de resaltar que las economías en desarrollo con mayor proyección eran Brasil, Rusia, India y China.
Estas economías fueron seleccionadas por su tamaño. Según los cálculos de Goldman Sachs, en el 2000 representaban el 23.3% del PIB mundial, medido a precios de paridad de poder adquisitivo; China ya era la segunda economía más grande del mundo, en tanto que India era la cuarta.
Con mucha anticipación, O’Neill formuló que el peso relativo de los BRIC, los convertía en un jugador global a tener en cuenta: “Estas estimaciones plantean temas importantes sobre la transmisión de las políticas monetarias, fiscales y otras políticas económicas globales” (“Building Better Global Economic BRICs”). Sugería que los cambios en la política fiscal o monetaria de un país como China, tendrían un impacto global mayor que el de economías como Italia. Ese diagnóstico se ha hecho real, con el paso del tiempo.
A medida que se fue agudizando la crisis mundial de 2008-2009, surgió un intenso debate sobre el acople o el desacople, pues inicialmente hubo la percepción de que era un fenómeno aislado de las economías desarrolladas y, mientras estas se desaceleraban, el mundo en desarrollo parecía inmune al problema. Esa percepción se fortaleció cuando se hizo evidente que el principal canal de transmisión de la crisis era el financiero y las cifras indicaban que las economías en desarrollo tenían una baja exposición en títulos subprime o en otros títulos contaminados.
La discusión quedó opacada a medida que los efectos de la crisis se transmitieron a las economías en desarrollo a través del canal comercial. La caída de la demanda agregada de las economías desarrolladas ocasionó una abrupta contracción del comercio internacional y la desaceleración del crecimiento a nivel global. Aparentemente se desvirtuaba así la idea de O’Neill.
Además, con la crisis quedó claro que los BRIC no son un grupo homogéneo, sino que hay dos bloques diferentes; de un lado, China e India, que desaceleraron la economía sin entrar en recesión, y de otro, Brasil y Rusia, que tuvieron tasas de crecimiento negativas en 2009 y en general registran un desempeño menos brillante que el de los dos primeros.
De nuevo, la coyuntura mundial de los dos últimos años hace resurgir los argumentos del desacople, pues mientras las economías desarrolladas siguen postradas, las economías en desarrollo, y especialmente China e India, han funcionado como el motor de la economía y siguen sin registrar señales de contagio. ¿Será la hora de retomar los planteamientos de O’neill sobre el impacto potencial de las decisiones de política económica de los BRIC en el mundo?
Quizás hoy en día los impactos podrían ser mayores que en el 2001, por el creciente protagonismo que han ganado los BRIC en el mundo. Por ejemplo, nadie duda en atribuir a China e India, y en menor medida a Brasil y Rusia, el alto impacto que tienen sobre los precios internacionales de los productos básicos.
Esto implica que el canal comercial es el principal medio de transmisión de los cambios en los BRIC hacia las demás economías en desarrollo y, en general, al resto del mundo. Un estudio reciente del FMI (“New Growth Drivers for Low-Income Countries: The Role of BRICs”), calcula que después de la crisis, la contribución de ese grupo a la variación en las tasas de crecimiento de las economías en desarrollo exportadoras de petróleo es de 37% y en el de las exportadoras de otros productos básicos del 37.4%; en el caso de las economías de América Latina es del 19.1%.
Surge un gran interrogante: ¿A qué tipo de estructura productiva y exportadora llegará América Latina por esta vía?
Es ampliamente conocido que el acrónimo BRIC fue propuesto por Jim O’Neill de Goldman Sachs en noviembre de 2001, con el fin de resaltar que las economías en desarrollo con mayor proyección eran Brasil, Rusia, India y China.
Estas economías fueron seleccionadas por su tamaño. Según los cálculos de Goldman Sachs, en el 2000 representaban el 23.3% del PIB mundial, medido a precios de paridad de poder adquisitivo; China ya era la segunda economía más grande del mundo, en tanto que India era la cuarta.
Con mucha anticipación, O’Neill formuló que el peso relativo de los BRIC, los convertía en un jugador global a tener en cuenta: “Estas estimaciones plantean temas importantes sobre la transmisión de las políticas monetarias, fiscales y otras políticas económicas globales” (“Building Better Global Economic BRICs”). Sugería que los cambios en la política fiscal o monetaria de un país como China, tendrían un impacto global mayor que el de economías como Italia. Ese diagnóstico se ha hecho real, con el paso del tiempo.
A medida que se fue agudizando la crisis mundial de 2008-2009, surgió un intenso debate sobre el acople o el desacople, pues inicialmente hubo la percepción de que era un fenómeno aislado de las economías desarrolladas y, mientras estas se desaceleraban, el mundo en desarrollo parecía inmune al problema. Esa percepción se fortaleció cuando se hizo evidente que el principal canal de transmisión de la crisis era el financiero y las cifras indicaban que las economías en desarrollo tenían una baja exposición en títulos subprime o en otros títulos contaminados.
La discusión quedó opacada a medida que los efectos de la crisis se transmitieron a las economías en desarrollo a través del canal comercial. La caída de la demanda agregada de las economías desarrolladas ocasionó una abrupta contracción del comercio internacional y la desaceleración del crecimiento a nivel global. Aparentemente se desvirtuaba así la idea de O’Neill.
Además, con la crisis quedó claro que los BRIC no son un grupo homogéneo, sino que hay dos bloques diferentes; de un lado, China e India, que desaceleraron la economía sin entrar en recesión, y de otro, Brasil y Rusia, que tuvieron tasas de crecimiento negativas en 2009 y en general registran un desempeño menos brillante que el de los dos primeros.
De nuevo, la coyuntura mundial de los dos últimos años hace resurgir los argumentos del desacople, pues mientras las economías desarrolladas siguen postradas, las economías en desarrollo, y especialmente China e India, han funcionado como el motor de la economía y siguen sin registrar señales de contagio. ¿Será la hora de retomar los planteamientos de O’neill sobre el impacto potencial de las decisiones de política económica de los BRIC en el mundo?
Quizás hoy en día los impactos podrían ser mayores que en el 2001, por el creciente protagonismo que han ganado los BRIC en el mundo. Por ejemplo, nadie duda en atribuir a China e India, y en menor medida a Brasil y Rusia, el alto impacto que tienen sobre los precios internacionales de los productos básicos.
Esto implica que el canal comercial es el principal medio de transmisión de los cambios en los BRIC hacia las demás economías en desarrollo y, en general, al resto del mundo. Un estudio reciente del FMI (“New Growth Drivers for Low-Income Countries: The Role of BRICs”), calcula que después de la crisis, la contribución de ese grupo a la variación en las tasas de crecimiento de las economías en desarrollo exportadoras de petróleo es de 37% y en el de las exportadoras de otros productos básicos del 37.4%; en el caso de las economías de América Latina es del 19.1%.
Surge un gran interrogante: ¿A qué tipo de estructura productiva y exportadora llegará América Latina por esta vía?
0 comentarios:
Publicar un comentario