Publicado en el diario La República el viernes 28 de octubre de 2011
Desde hace muchos años en Colombia se publica la clasificación de las empresas del país por diversos criterios: sectores, activos, pasivos, patrimonio, y rentabilidad, entre otros.
En general los rankings son útiles porque muestran la evolución de los sectores en los cuales se registra mayor crecimiento de las empresas, orientan a los inversionistas, permiten compararlas con las de otros países e incluso sirven para dar señales sobre la salud de la economía.
No obstante, teniendo en cuenta que en Colombia hay alrededor de 1.5 millones de empresas y que la inmensa mayoría son mipymes, en casi todos los rankings ellas quedan “sepultadas”, pues no alcanzan a calificar en los indicadores utilizados.
Eso no importaría, si no fuera por los problemas que acarrea a las empresas el hecho de no ser visibles. Acceder al crédito es más difícil, igual que conseguir contratos, participar en una licitación o conseguir la mano de obra calificada que se requiera.
Esta situación ha dado pie a la aparición de clasificaciones especializadas en mipymes, entre las que sobresalen la de las empresas gacelas, elaborada por la revista MisiónPyme a partir de diversos indicadores, y la de las empresas jóvenes más dinámicas, propuesta por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Ambas desempeñan un papel importante para destacar diversos aspectos de los emprendedores menos visibles del país.
En el caso de las empresas jóvenes más dinámicas, la construcción de la clasificación se basa en el crecimiento promedio de los ingresos operacionales e incluye 15 sectores, en parte relacionados con el Programa de Transformación Productiva.
Se adopta el supuesto de que los altos niveles de crecimiento promedio de los ingresos operacionales en los últimos tres años reflejan una excelente gestión gerencial y corresponden a empresas que están ubicadas en sectores o en segmentos de rápido crecimiento y de alta innovación. No de otra forma se puede explicar que obtengan crecimientos de dos dígitos en sus ventas en periodos de desaceleración económica como los vividos en 2008 y 2009.
Las empresas “jóvenes” (con edad entre tres y veinte años, como se definieron para este ranking), ya han logrado establecerse, pero se encuentran en la fase más compleja de su desarrollo. Es una etapa en que son altamente sensibles a problemas, como el acceso al crédito o el prestigio, que les pueden frenar su crecimiento e incluso sacarlas del mercado.
Recientemente se hizo la premiación de las quince empresas jóvenes de 2011, por ser las más destacadas en cada uno de los sectores seleccionados. Hasta esta premiación, que fue la tercera desde que se inició, se trabajó en alianza con la revista Poder, la Superintendencia de Sociedades y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Aun cuando la revista ya no circula, el gobierno se propone mantener vigente el premio, por los resultados observados.
El testimonio de los empresarios ganadores de los dos años anteriores muestra la importancia de continuar. Las vivencias narradas indican el variado impacto que han tenido con el premio; algunas las llamaron a licitaciones, por el prestigio ganado; otras lograron mayor oferta de crédito; y otras se han podido capitalizar gracias a la inyección de recursos de los fondos de inversión.
Eso está ocurriendo porque el premio a las jóvenes, igual que ocurre con las gacelas, cumple con su cometido de hacer visibles a las mipymes más exitosas. Es el calce perfecto con otros instrumentos de política como son el desarrollo de fondos de inversión, fondos de capital de riesgo, ángeles financieros y el Programa de Transformación Productiva.
Esta suma de esfuerzos repercutirá en empresas con mayor proyección, menor mortalidad y sostenimiento de un creciente número de empleos.
Sobre la clasificación de las exportaciones
Publicado por
Hernán Avendaño Cruz
en
7:07
Publicado en el diario La República el 13 de octubre de 2011
En su más reciente columna, el analista Manuel José Cárdenas se refiere a la necesidad de contar con una clasificación de las exportaciones más adecuada al mundo actual.
Tomando como referencia las discusiones del pasado congreso de exportadores, Cárdenas destaca la obsolescencia de la clasificación de las exportaciones en tradicionales y no tradicionales, atribuye a Analdex la propuesta de sustituirla por una basada en la intensidad tecnológica y critica la sugerida por el Ministro de Comercio, Industria y Turismo de diferenciar las minero-energéticas del resto.
La discusión es importante y por eso es bueno que los comentaristas como Cárdenas llamen la atención sobre el tema. No obstante, es conveniente hacer unas precisiones y poner en contexto la propuesta del Ministro.
Javier Díaz, presidente de Analdex, propuso triplicar las exportaciones “no tradicionales” en nueve años, y no discutió la clasificación de las exportaciones, como se puede comprobar en su artículo de La República del 9 de septiembre.
La discusión sobre la metodología la planteó el Ministro Sergio Diaz-Granados en su intervención (disponible en las páginas de Analdex y del Ministerio). En la presentación señaló las ventajas de la clasificación por intensidad tecnológica: la comparación con otros países, y la posibilidad de hacer seguimiento al grado de complejidad de las exportaciones y a la evolución de la diversificación. Pero así mismo enunció algunas restricciones, como son el poco conocimiento que de ella tienen los analistas, la relativa complejidad para su elaboración y el problema de no tener una base de referencia actualizada, dado que la Cepal y el Dane la siguen trabajando con CUCI 2, cuando ya está disponible la CUCI 4.
La clasificación por intensidad tecnológica se utiliza en los análisis internos del Mincomercio, por lo menos desde 2007. Incluso, en la página web está disponible un documento elaborado por la Oficina de Estudios Económicos en diciembre de ese año (“Exportaciones de Colombia: Un análisis por intensidad tecnológica”), que incluye un anexo con la metodología de cálculo. Adicionalmente, desde marzo de 2008 el Dane publica un cuadro de exportaciones con esta clasificación; sin embargo, comenzó publicándola para las exportaciones totales y desde finales de ese año lo hace sólo para las no tradicionales.
Justamente las restricciones señaladas por el Ministro llevan a pensar en la conveniencia de sustituir la clasificación de tradicionales y no tradicionales, por una que sea de fácil comprensión y cálculo por los analistas, pero que además sea compatible con la de intensidad tecnológica. De ahí surgió la separación entre minero-energéticas y no minero-energéticas.
Con esta clasificación al gobierno no se le “olvida que la meta de Colombia no es convertirse en un país minero”. Justamente lo que permite es destacar el desempeño de las exportaciones industriales y las de productos primarios del agro.
El gobierno aceptó la propuesta de Analdex, pero con el fin de triplicar las exportaciones no minero-energéticas, lo cual desvirtúa esa apreciación del “olvido”. Adicionalmente, la respuesta del Ministro indica la necesidad de complementar la propuesta con el seguimiento a los índices de comercio intraindustrial y a los de concentración por productos y por mercados. Esos tres componentes apuntan a un monitoreo continuo que permita preservar y fortalecer las exportaciones de valor agregado ante el potencial riesgo de enfermedad holandesa.
Los analistas como el doctor Cárdenas tienen razón en la necesidad de modernizar la clasificación de las exportaciones. Ahora es importante su contribución al uso, difusión y comprensión de la agrupación en minero-energéticas y no minero energéticas.
En su más reciente columna, el analista Manuel José Cárdenas se refiere a la necesidad de contar con una clasificación de las exportaciones más adecuada al mundo actual.
Tomando como referencia las discusiones del pasado congreso de exportadores, Cárdenas destaca la obsolescencia de la clasificación de las exportaciones en tradicionales y no tradicionales, atribuye a Analdex la propuesta de sustituirla por una basada en la intensidad tecnológica y critica la sugerida por el Ministro de Comercio, Industria y Turismo de diferenciar las minero-energéticas del resto.
La discusión es importante y por eso es bueno que los comentaristas como Cárdenas llamen la atención sobre el tema. No obstante, es conveniente hacer unas precisiones y poner en contexto la propuesta del Ministro.
Javier Díaz, presidente de Analdex, propuso triplicar las exportaciones “no tradicionales” en nueve años, y no discutió la clasificación de las exportaciones, como se puede comprobar en su artículo de La República del 9 de septiembre.
La discusión sobre la metodología la planteó el Ministro Sergio Diaz-Granados en su intervención (disponible en las páginas de Analdex y del Ministerio). En la presentación señaló las ventajas de la clasificación por intensidad tecnológica: la comparación con otros países, y la posibilidad de hacer seguimiento al grado de complejidad de las exportaciones y a la evolución de la diversificación. Pero así mismo enunció algunas restricciones, como son el poco conocimiento que de ella tienen los analistas, la relativa complejidad para su elaboración y el problema de no tener una base de referencia actualizada, dado que la Cepal y el Dane la siguen trabajando con CUCI 2, cuando ya está disponible la CUCI 4.
La clasificación por intensidad tecnológica se utiliza en los análisis internos del Mincomercio, por lo menos desde 2007. Incluso, en la página web está disponible un documento elaborado por la Oficina de Estudios Económicos en diciembre de ese año (“Exportaciones de Colombia: Un análisis por intensidad tecnológica”), que incluye un anexo con la metodología de cálculo. Adicionalmente, desde marzo de 2008 el Dane publica un cuadro de exportaciones con esta clasificación; sin embargo, comenzó publicándola para las exportaciones totales y desde finales de ese año lo hace sólo para las no tradicionales.
Justamente las restricciones señaladas por el Ministro llevan a pensar en la conveniencia de sustituir la clasificación de tradicionales y no tradicionales, por una que sea de fácil comprensión y cálculo por los analistas, pero que además sea compatible con la de intensidad tecnológica. De ahí surgió la separación entre minero-energéticas y no minero-energéticas.
Con esta clasificación al gobierno no se le “olvida que la meta de Colombia no es convertirse en un país minero”. Justamente lo que permite es destacar el desempeño de las exportaciones industriales y las de productos primarios del agro.
El gobierno aceptó la propuesta de Analdex, pero con el fin de triplicar las exportaciones no minero-energéticas, lo cual desvirtúa esa apreciación del “olvido”. Adicionalmente, la respuesta del Ministro indica la necesidad de complementar la propuesta con el seguimiento a los índices de comercio intraindustrial y a los de concentración por productos y por mercados. Esos tres componentes apuntan a un monitoreo continuo que permita preservar y fortalecer las exportaciones de valor agregado ante el potencial riesgo de enfermedad holandesa.
Los analistas como el doctor Cárdenas tienen razón en la necesidad de modernizar la clasificación de las exportaciones. Ahora es importante su contribución al uso, difusión y comprensión de la agrupación en minero-energéticas y no minero energéticas.
De clase mundial
Publicado en el diario La República el 29 de septiembre de 2011
En el Acuerdo Para la Prosperidad (APP) del pasado 24 de septiembre, se hizo el relanzamiento del Programa de Transformación Productiva (PTP). Este es un programa del gobierno que se inició hace tres años con el objetivo de convertir algunas actividades productivas en sectores de clase mundial.
El fundamento del PTP está en los trabajos de McKinsey Global Institute sobre la competitividad de los países. Las investigaciones de esta entidad demostraron que ningún país es sobresaliente en todos los campos de la actividad productiva. Por el contrario, las economías más competitivas sólo son excepcionalmente buenas en un puñado de sectores.
Japón, por ejemplo, tiene las productividades más altas en los sectores de automóviles, autopartes, acero, electrónica y metalmecánica. Como resultado de los encadenamientos productivos, los sectores vinculados a ellos también aumentan su productividad, aun cuando no necesariamente alcanzan a ser de clase mundial. Pero en conjunto contribuyen a que la economía japonesa se ubique como una de las más competitivas.
En el caso de Colombia no hay ni un solo sector de clase mundial. Los de mayor productividad apenas alcanzan el 50% de la de Estados Unidos, que es el país de referencia. Justamente el objetivo del PTP es incrementar la productividad de la economía en general, sobre la base de desarrollar sectores de clase mundial.
Actualmente hay doce sectores en el PTP, clasificados en tres grupos. Los establecidos, que incluyen energía eléctrica, comunicación gráfica, autopartes y moda. Los nuevos, integrado por cosméticos, turismo de salud, tercerización de procesos de negocio (BPO&O) y software y tecnologías de la información. Y la Ola Agro, que apenas está iniciando actividades, conformado por camaronicultura, ganadería vacuna, chocolatería y confitería, y palma, aceites y grasas vegetales.
En el APP se anunció la entrada de otros dos sectores: lácteos y turismo de naturaleza. A ellos se sumarán dos más, mediante un concurso cuya convocatoria está abierta desde el 26 de septiembre. Como complemento, hay un grupo en “incubación”, conformado por industria aeronáutica, audiovisuales y artes escénicas.
Esto significa que Colombia se la va a jugar con cerca de veinte sectores, para lograr al menos cuatro o cinco sectores de clase mundial. Sólo aquellos que tengan el mayor compromiso, creatividad e innovación lograrán mejorar su competitividad hasta los estándares mundiales, pero se espera que todos los participantes aumenten notablemente sus niveles actuales de competitividad.
Las labores del PTP se orientan a mejorar el entorno en el cual se realiza la actividad productiva de cada sector. Los equipos de trabajo tienen la tarea de detectar los cuellos de botella que restringen su desarrollo en las áreas de capital humano, infraestructura, marco legal y fortalecimiento institucional. No hay subsidios, ni protección arancelaria, ni restricción de la competencia.
Con el relanzamiento reciente, se definieron reglas de juego que llevarán al establecimiento de indicadores de seguimiento de los avances de cada sector en productividad y en las metas establecidas de crecimiento del empleo y de las exportaciones, de forma que puedan ser evaluados públicamente.
De igual manera, cabe esperar que se defina el tiempo de permanencia en el programa. Habrá sectores que logren sus resultados más rápido que otros; pero también puede ocurrir que algunos enfrenten barreras infranqueables para su desarrollo. Lo cierto es que el PTP es la oportunidad para que Colombia logre aumentos sustanciales de su competitividad, que le permitan una mejor inserción en la economía globalizada y sacar mayor provecho del acceso preferencial permanente que brindan los tratados de libre comercio.
En el Acuerdo Para la Prosperidad (APP) del pasado 24 de septiembre, se hizo el relanzamiento del Programa de Transformación Productiva (PTP). Este es un programa del gobierno que se inició hace tres años con el objetivo de convertir algunas actividades productivas en sectores de clase mundial.
El fundamento del PTP está en los trabajos de McKinsey Global Institute sobre la competitividad de los países. Las investigaciones de esta entidad demostraron que ningún país es sobresaliente en todos los campos de la actividad productiva. Por el contrario, las economías más competitivas sólo son excepcionalmente buenas en un puñado de sectores.
Japón, por ejemplo, tiene las productividades más altas en los sectores de automóviles, autopartes, acero, electrónica y metalmecánica. Como resultado de los encadenamientos productivos, los sectores vinculados a ellos también aumentan su productividad, aun cuando no necesariamente alcanzan a ser de clase mundial. Pero en conjunto contribuyen a que la economía japonesa se ubique como una de las más competitivas.
En el caso de Colombia no hay ni un solo sector de clase mundial. Los de mayor productividad apenas alcanzan el 50% de la de Estados Unidos, que es el país de referencia. Justamente el objetivo del PTP es incrementar la productividad de la economía en general, sobre la base de desarrollar sectores de clase mundial.
Actualmente hay doce sectores en el PTP, clasificados en tres grupos. Los establecidos, que incluyen energía eléctrica, comunicación gráfica, autopartes y moda. Los nuevos, integrado por cosméticos, turismo de salud, tercerización de procesos de negocio (BPO&O) y software y tecnologías de la información. Y la Ola Agro, que apenas está iniciando actividades, conformado por camaronicultura, ganadería vacuna, chocolatería y confitería, y palma, aceites y grasas vegetales.
En el APP se anunció la entrada de otros dos sectores: lácteos y turismo de naturaleza. A ellos se sumarán dos más, mediante un concurso cuya convocatoria está abierta desde el 26 de septiembre. Como complemento, hay un grupo en “incubación”, conformado por industria aeronáutica, audiovisuales y artes escénicas.
Esto significa que Colombia se la va a jugar con cerca de veinte sectores, para lograr al menos cuatro o cinco sectores de clase mundial. Sólo aquellos que tengan el mayor compromiso, creatividad e innovación lograrán mejorar su competitividad hasta los estándares mundiales, pero se espera que todos los participantes aumenten notablemente sus niveles actuales de competitividad.
Las labores del PTP se orientan a mejorar el entorno en el cual se realiza la actividad productiva de cada sector. Los equipos de trabajo tienen la tarea de detectar los cuellos de botella que restringen su desarrollo en las áreas de capital humano, infraestructura, marco legal y fortalecimiento institucional. No hay subsidios, ni protección arancelaria, ni restricción de la competencia.
Con el relanzamiento reciente, se definieron reglas de juego que llevarán al establecimiento de indicadores de seguimiento de los avances de cada sector en productividad y en las metas establecidas de crecimiento del empleo y de las exportaciones, de forma que puedan ser evaluados públicamente.
De igual manera, cabe esperar que se defina el tiempo de permanencia en el programa. Habrá sectores que logren sus resultados más rápido que otros; pero también puede ocurrir que algunos enfrenten barreras infranqueables para su desarrollo. Lo cierto es que el PTP es la oportunidad para que Colombia logre aumentos sustanciales de su competitividad, que le permitan una mejor inserción en la economía globalizada y sacar mayor provecho del acceso preferencial permanente que brindan los tratados de libre comercio.
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