Artículo publicado en Ámbito Jurídico No. 302, del 26 de julio al 8 de agosto de 2010
En una de sus visitas a Colombia, Muhammad Yunus, pionero del desarrollo del microcrédito, se refirió al origen de una línea de crédito especial del Grameen Bank, creada en 2003.
Un día al salir del banco una pordiosera le pidió una limosna. Yunus se quedó observándola y le preguntó por qué pedía dinero siendo una persona sana que podría desarrollar actividades productivas. La mendiga le contestó que nadie le daba trabajo y que seguramente él mismo, al verla con esa facha, no la contrataría.
Entonces Yunus le dijo que, en lugar de darle una limosna, él estaba dispuesto a hacerle un préstamo por el equivalente a unos pocos dólares; con ellos, podría comprar dulces o galletas o juguetes, para que los vendiera por las calles que recorría. Al cabo de una semana debía devolver el dinero más unos intereses.
Una semana después, a la salida del banco lo esperaba la mendiga para hacer el pago acordado y solicitarle otro crédito en iguales condiciones. El proceso se repitió varias veces y Yunus observó cómo la actitud de la mujer cambió notablemente.
En Bangladesh, como en muchos países en desarrollo, las personas, en especial las mujeres, se ven enfrentadas a la mendicidad como consecuencia de múltiples causas: desastres naturales, muerte del miembro de la familia que tenía empleo, abandono o repudio de la pareja, y discapacidad, entre otras. Por lo general los programas sociales de los gobiernos no llegan a estas personas.
Entusiasmado con lo observado, Yunus propuso a la Junta Directiva del Grameen que cada empleado del banco “adoptara” un mendigo para prestarle sumas pequeñas por periodos semanales y, obviamente, sin ningún tipo de garantía. Aún los que conocían de cerca a Yunus, dudaron de su cordura, pero finalmente la idea se impuso. Al cabo de unos meses, muchos empleados estaban solicitando autorización para que les permitieran “adoptar” más mendigos.
La línea diseñada tiene condiciones especiales. Inicialmente se prestan montos pequeños, que van creciendo a medida que hay un historial de cumplimiento de las obligaciones. Los préstamos a mendigos no tienen intereses y los plazos los define el cliente. Por ejemplo, un deudor que inicia con un crédito equivalente a 1,50 dólares y decide pagar cuotas semanales de 3,4 centavos de dólar, tendrá un plazo de 44 semanas. Adicionalmente, se les da sin costo un seguro de vida y uno de crédito.
Actualmente el programa presta a más de 100 mil mendigos y el crédito promedio está entre 12 y 15 dólares; en la práctica, la mayoría de estos clientes son vendedores ambulantes. Según Yunus, "18.000 han dejado de mendigar gracias al éxito del puerta a puerta, y otros muchos mendigan ya solo a tiempo parcial… a los mendigos les gustó la idea y muy pronto sabían qué casas son buenas para mendigar y cuáles para vender; en el fondo han hecho una segmentación del mercado".
Desde mediados de los años setenta, cuando surgió el microcrédito, se comprobó que los pobres son muy cumplidos con sus obligaciones financieras. Pero más importante aún fue constatar que el acceso al crédito formal mejora las condiciones de vida de los receptores.
La experiencia con los mendigos demuestra que esas características se cumplen incluso con los más pobres entre los pobres. A diferencia de la caridad, los microcréditos rescatan su dignidad como seres humanos; a pesar de no pagar intereses, el sólo hecho de saber que no es una limosna lo que reciben, les permite valorarse. Al recuperar la capacidad de subsistencia mediante el trabajo, mejoran las condiciones de vida y aumenta la posibilidad ahorrar y de educar a los hijos.
En el caso de Colombia, hasta comienzos del presente siglo el microcrédito era realizado por unas pocas ONGs. Pero ellas tenían una drástica restricción de recursos, pues al no tener licencia para captar dinero del público, dependían del apoyo de ONGs, otros organismos internacionales y créditos del sistema financiero, que hacían su labor muy costosa.
Algunas ONGs hicieron el esfuerzo de convertirse en establecimientos de crédito para poder captar recursos de ahorro del público y, al tiempo, algunas entidades del sector financiero empezaron a manifestar su interés en el microcrédito.
Esa labor silenciosa que venían desempeñando las ONGs especializadas y algunos establecimientos de crédito se fortaleció desde 2002, con las políticas del gobierno. Primero, mediante el convenio con el sector financiero en 2002 y segundo, con el programa Banca de las Oportunidades.
Las cifras evidencian el impacto de la política gubernamental. Entre 2006 y 2010 se otorgaron 5.6 millones de microcréditos y los desembolsos ascendieron a 16,6 billones de pesos. El acceso a los servicios financieros (bancarización) pasó del 47% al 57% de la población mayor de 18 años.
Pero también es claro que aún queda camino por recorrer. Los más pobres siguen en manos de los agiotistas y los mendigos son como parias que no cuentan ni siquiera para los prestamistas informales.
La reciente alianza del Grameen Bank con un grupo colombiano y la entrada de nuevos establecimientos financieros especializados en microfinanzas, sumadas a la continuidad que el nuevo gobierno le dé al programa de Banca de las Oportunidades, son la garantía para llegar con servicios financieros a más y más pobres. Ojalá lleguemos a un escenario en el que la mendicidad se reduce a su mínima expresión en Colombia, porque esos seres humanos se han reincorporado a la sociedad.
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