Publicado en Portafolio el viernes 22 de marzo de 2019
Qué imágenes tan indignantes las de un país sin energía eléctrica por varios días, personas que recogen agua de ríos contaminados, mujeres llorando porque sus escasas reservas de alimentos se dañaron por falta de refrigeración y médicos denunciando la muerte de pacientes por el apagón en los hospitales.
En cualquier otro país esos hechos y esas imágenes hubieran propiciado una revuelta popular; pero no en Venezuela. Definitivamente los límites de resistencia de ese pueblo son sorprendentes. Lo cierto es que superado el apagón todo ha vuelto a la “normalidad” y Maduro sigue campante.
El nombramiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela y el respaldo internacional alimentaron las expectativas de un cambio de gobierno en el corto plazo. De igual forma, en el marco del Congreso Prospectivas Macroeconómicas de América Latina, realizado por Econometría Consultores en Bogotá, el análisis de la economía de Venezuela ocupó un lugar central y también se percibió la idea de una pronta caída de la dictadura de Maduro.
En ese congreso, Asdrúbal Oliveros, socio director de Ecoanalítica, señaló tres escenarios de salida para Venezuela: el primero, y más probable, un golpe militar; el segundo, una transición negociada del poder a Guaidó; y el tercero, y más improbable, una intervención externa.
En mi opinión, los escenarios están bien formulados, pero hay que adicionarle algunos aspectos para hacerlos más reales. En el tercero, no hay que olvidar que el régimen de Maduro también consiguió respaldo internacional. Cabe recordar las imágenes del canciller venezolano en una rueda de prensa en las Naciones Unidas, rodeado por cerca de 50 embajadores de naciones que apoyan al dictador; lugar destacado en ese grupo, ocupan Rusia y China.
Hay que tener en cuenta dos hechos cruciales: primero, que Estados Unidos y China están en “negociaciones” para evitar una profundización de la guerra comercial; segundo, que las relaciones de Trump y Putin se han fortalecido y se presentan ante el mundo como grandes amigos, por exóticas que luzcan esas relaciones dadas las sospechas de intervención de Rusia en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. A esas particularidades hay que adicionar que a Colombia no le conviene para nada una confrontación armada, pues sería el país más expuesto a los ataques. En ese contexto, a lo máximo que puede llevar la situación de Venezuela es a un nuevo escenario de guerra fría, que anclaría a Maduro por buen rato.
En el caso del primer escenario, hay que tener en cuenta que la cúpula militar de Venezuela tiene el poder real, pues son quienes controlan la mayor parte de los ministerios y empresas, empezando por PDVSA; ellos están muy comprometidos en actividades ilícitas que han sustentado las medidas de Estados Unidos contra varios de ellos. Pero tal vez el elemento más determinante es que las promesas de amnistía de Guaidó a los militares sean neutralizadas por el espejo de los recientes casos de los dictadores chilenos y argentinos que fueron sometidos a sendos juicios décadas después de su involucramiento en los golpes de estado; con ese precedente es difícil que cedan.
Así es que confiar en una salida negociada luce poco realista. Solo la asfixia económica y el agotamiento de las reservas de oro podrán doblegar al dictador; el interrogante es ¿cuándo?
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