Publicado en Portafolio el 19 de octubre de 2018
La situación económica global tiende a complicarse, como se puede colegir del “Panorama económico mundial” publicado recientemente por el Fondo Monetario Internacional.
Entre los múltiples factores de creciente incertidumbre, cabe destacar la normalización de la política monetaria en las economías desarrolladas, la vulnerabilidad de las economías emergentes y la guerra comercial.
La economía de los EE.UU. está en pleno empleo lo que, sumado al estímulo fiscal, aumenta las presiones inflacionarias; en ese escenario, la FED viene aumentando su tasa de intervención, que ya alcanzó el rango entre 2% y 2,25%. De otra parte, el Banco Central Europeo comenzará a incrementar la tasa de interés en 2019 y suspenderá la compra de títulos a finales de 2018 (para lo que resta del año, la recortó de €30.000 a €15.000 millones mensuales).
La repercusión de esas decisiones se empieza a observar en el fortalecimiento del dólar, la salida de capitales de las economías en desarrollo y la presión a la depreciación de sus monedas.
El problema es que numerosos gobiernos y empresas de economías emergentes se endeudaron en moneda extranjera aprovechando la abundante liquidez y las bajas tasas de interés de la última década. Según la Unctad, estas economías aumentaron su participación en la deuda mundial del 7% al 26% entre 2007 y 2017. Por eso, las fuertes depreciaciones dispararon las alarmas al aumentar el riesgo de incumplimiento de esas deudas. Carmen Reinhart, afirmó en una entrevista en Bloomberg: “Las economías emergentes tienen muchas más grietas ahora que hace cinco años y ciertamente que durante la crisis financiera mundial, debido tanto a condiciones externas como internas”.
Los países más afectados hasta el momento son Turquía y Argentina que se vieron al borde de una crisis cambiaria; los elevados déficits fiscales y de cuenta corriente, producto de malas políticas, aumentan su vulnerabilidad. También se perciben riesgos en Brasil, Suráfrica, Rusia y Pakistán. En el caso de China la incertidumbre aumenta por ser el blanco principal de la guerra comercial de Trump.
Según el FMI, “existe la posibilidad clara de que se intensifiquen las tensiones comerciales hasta el punto en que representen un riesgo sistémico”. Este organismo realizó un ejercicio sobre los potenciales impactos de la guerra comercial. Los resultados indican, como era de esperarse, que los mayores damnificados serán los EE.UU. y China; el impacto acumulado de largo plazo será una reducción del 0,9% del PIB para el primer país y 0.6% para el segundo. Para la economía mundial el impacto se estima en una contracción del 0.38%.
El FMI deja entrever que los resultados reales podrían ser mayores, por las limitaciones para modelar todas las características de la guerra comercial, como, por ejemplo, el aumento del arancel de un sector específico. De otra parte, no se tuvo en cuenta que las cadenas globales de valor pueden originar retaliaciones que involucren a un creciente número de países.
Hasta el momento Colombia ha salido bien librada; sin embargo, no se puede aislar eternamente de los riesgos mencionados ni “cambiar de barrio”. En ese complejo contexto, luce correcta la decisión de la autoridad monetaria de fortalecer las reservas internacionales; pero no se puede perder de vista que la política fiscal tiene restricciones, por todos los problemas que viene resaltando el Ministro de Hacienda.
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