Publicado en Portafolio el 21 de septiembre de 2018
En junio pasado, el presidente Trump afirmó en Twitter que la economía de los Estados Unidos está en el momento más grande de su historia. Con ello reclama para su política económica el éxito del buen crecimiento del PIB y el pleno empleo alcanzado en el mercado laboral.
También podría cobrar la mayor inflación, por el impulso de demanda ocasionado por su reforma tributaria. Lo cierto es que el crecimiento de los precios permite a la FED continuar su proceso de normalización monetaria, a pesar del disgusto de Trump por el aumento de las tasas de interés.
En cambio, no comenta que la inversión extranjera neta viene disminuyendo y que el déficit de la balanza comercial a julio de 2018 es el mayor de los últimos años. El primer indicador reflejaría que la confianza de los inversionistas en EE.UU. no es tan grande como se esperaría. El segundo, que, en consonancia con la teoría económica, las políticas proteccionistas no reducen el saldo negativo del comercio exterior.
La euforia del mandatario contrasta con un análisis reciente de Born y otros investigadores del CEPR (“Stable genius: Estimating the 'Trump effect' on the US economy”). Mediante la comparación con una economía sintética, concluyeron que el desempeño económico de EE.UU. sería el mismo con o sin Trump.
Numerosos analistas reconocen que la dinámica de la economía de EE.UU. fue impulsada por la reducción de impuestos. Pero el crecimiento viene de años anteriores, como lo evidencia el hecho de que el actual periodo de expansión es el segundo más largo en la historia de ese país y está próximo a alcanzar un récord.
Precisamente por esa razón un número creciente de analistas prevé que el ciclo de expansión está próximo a terminar y que las políticas de Trump contribuirán a que la recesión sea más profunda.
Varios indicadores sustentan la probable recesión. Las tasas de interés reales negativas incentivaron las burbujas anteriores en la economía y en el periodo reciente llevan ocho años por debajo de cero. Hay una “burbuja de riqueza” de los hogares que alcanza el 500% del PIB; los picos de esta variable se observaron previamente a las burbujas de las puntocom e hipotecaria. La curva de rendimientos se está aplanando, como lo muestra la diferencia entre las tasas de los bonos del Tesoro a diez y dos años; en las recesiones más recientes esa diferencia fue negativa y actualmente se acerca a cero. Según Shiller, el mercado bursátil actualmente es similar a “los picos previos a la mayoría de los 13 mercados bajistas” pasados.
Economistas como Robert Shiller y Nouriel Roubini sugieren que la recesión podría iniciarse hacia el 2020. El problema es que la reforma tributaria de Trump aumentó el déficit fiscal y redujo el margen de maniobra de la política fiscal. Lo propio ocurre con la política monetaria, cuya tasa real de intervención todavía es negativa, lo que limita su capacidad para inducir aumentos en la demanda agregada.
Por fortuna la crisis mundial de 2008-2009 mostró que era infundada la prepotencia de los economistas que creían tener dominados los ciclos económicos. Ahora el riesgo nace de las restricciones de la política económica, que pueden exponer al mundo a una recesión prolongada. Solución: ¿Nueva heterodoxia?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)