Publicado en Portafolio el viernes 24 de agosto de 2018
Es pertinente evaluar en términos agregados el comercio exterior durante los dos últimos gobiernos, con el fin de precisar los retos que enfrenta la actual administración en esta materia.
El éxito o el fracaso de la política comercial no se puede medir por el superávit o déficit en la balanza comercial, como lo pretenden muchos de los supuestos peritos en TLCs.
En una economía globalizada, la evaluación más agregada es la participación de las exportaciones en el PIB. La de bienes y servicios era el 14.8% del PIB en 2002 y fue igual en 2017; en el mismo periodo, la media mundial pasó del 25.4% al 28.5%. Además, por el coeficiente de apertura (exportaciones sobre PIB), Colombia clasificó en el puesto 124 entre 137 países en el World Competitiveness Report 2017-2018.
Otro indicador es la participación de las exportaciones en el total mundial. En valores, en 2002 Colombia participaba con el 0.18% y aumentó hasta 0.32% en 2013, para finalmente caer al 0.21% en 2017; es decir, “ganamos” tres décimas. Pero el problema es que hubo una bonanza de precios de productos básicos, que distorsiona los comportamientos reales; por eso, después de la participación alcanzada en 2013 se perdió gran parte del supuesto avance.
La apreciación de la tasa de cambio, producto de la bonanza, originó un problema de enfermedad holandesa que redujo la competitividad de las exportaciones industriales y repercutió en la pérdida de participación global. En 2002 eran el 0.22% de las exportaciones manufactureras mundiales y en 2017 fueron el 0.14%.
Debido a la alta dependencia de los minero-energéticos (72% del total en 2013), el efecto precios de la bonanza incrementó la concentración de la canasta exportadora. El índice de Herfindahl-Hirschman, IHH (en escala de cero a 10.000), estuvo en niveles por debajo de 700 hasta 2007 y subió a 2.400 en 2013 (por encima de 1.800 se considera alta concentración); solo con el derrumbe de los precios del petróleo en 2014 empezó a disminuir el IHH.
Por la distorsión que ocasionan los precios, el análisis en términos de volumen refleja mejor la evolución de las exportaciones. El total se multiplicó por 2.5 entre 2002 y 2017, mientras que las no minero-energéticas apenas lo hicieron por 1.2; estas últimas crecieron hasta 2007 y luego se estancaron; igual comportamiento se observa en las industriales.
Como decía un Ministro de Comercio, para exportar petróleo no se necesitan TLCs; esos acuerdos son para diversificar las exportaciones. Comparando el año de vigencia de cada acuerdo con 2017, el IHH revela una mayor concentración con Canadá, Chile, México y Mercosur. Disminuye con Estados Unidos, Unión Europea, EFTA, la CAN, el Triángulo Norte Centroamericano; pero en todas las economías desarrolladas la reducción del IHH refleja la caída en las exportaciones de minero-energéticos, más que el aumento de las no minero-energéticas.
Conclusión, seguimos siendo una economía cerrada, el volumen muestra bajo crecimiento y la concentración en minero-energéticos sigue siendo muy alta, especialmente con las economías desarrolladas.
Con ese punto de partida, el gobierno Duque enfrenta enormes retos de competitividad y diversificación, en un mercado internacional cada vez más complejo por la inminencia de una guerra comercial y por los impactos negativos de la tecnología en las cadenas globales de valor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)