Publicado en Portafolio el 20 de junio de 2014.
En las próximas décadas se vislumbran oportunidades interesantes para la agricultura de países como Colombia. Varios factores apuntan en esa dirección:
1. La FAO prevé que la demanda de alimentos crezca más que la población, como consecuencia de la reducción global de la pobreza y del crecimiento de las clases medias.
2. Solo hay tres regiones en el mundo con superávit comercial neto en alimentos: Norteamérica, Latinoamérica y Oceanía. En cambio, Europa, África y Asia son deficitarias.
3. Según la FAO, la frontera agrícola en las economías en desarrollo debe ampliarse en 120 millones de hectáreas para producir más alimentos; siete países tropicales, entre ellos Colombia, pueden aportar más del 50 por ciento de esa área.
4. Colombia tendrá acceso preferencial permanente a mercados deficitarios como Japón, que importa cerca de 43 millones de toneladas (MT) de productos agropecuarios; Alemania, 31 MT; Italia y Corea, 25 MT; Israel 5 MT. Además, países como China importan 100 MT, y Egipto 24 MT. Como referencia, el agro colombiano produce 35 MT y exporta cuatro MT.
Pero las exportaciones agropecuarias de Colombia están altamente concentradas, son de bajo valor agregado, y no reflejan la diversificada oferta doméstica. En el 2000, seis productos (café, flores, banano, azúcar, confitería y aceite de palma) aportaron el 85 por ciento exportado; en el 2013, el 83 por ciento fue aportado por ocho productos (aparecieron carne de res y ganado en pie).
Esto demuestra la baja capacidad de respuesta del sector agropecuario a las oportunidades que ofrece el mundo, como resultado de los persistentes problemas estructurales. Sin ser exhaustivos, los principales son el uso inadecuado del suelo, la incertidumbre en los derechos de propiedad, y la baja productividad.
El país tiene 22 millones de hectáreas con vocación agrícola y solo emplea cinco en esa actividad. Por contraste, las aptas para ganadería son 15 millones de hectáreas y se usan 34 millones, básicamente en explotaciones extensivas.
El problema no es nuevo, como lo resalta el hecho de que en 1949 la primera misión del Banco Mundial en Colombia, dirigida por Lauchlin Currie, lo destacó como un factor explicativo de la baja productividad agrícola y sugirió la imposición de tributos a las tierras mal explotadas.
Los derechos de propiedad son esenciales para el desarrollo económico. Pero en el agro colombiano, según un estudio de Balcázar y Rodríguez, el 44 por ciento de los predios no tiene títulos de propiedad registrados; como lo destacan los autores esta informalidad es una fuente de conflictos, desalojos y desplazamientos de campesinos.
En parte como resultado de los aspectos mencionados, la productividad es baja. El valor agregado por trabajador para el 2012 (US$3.600) está por debajo del de Uruguay, Chile, Brasil, Argentina y las economías desarrolladas.
Es posible que estas realidades lleven a postular aumentos de los niveles de protección, con el pretexto de que solo cuando se superen esos problemas podría el sector competir. La historia muestra que temas como el uso adecuado del suelo llevan más de medio siglo de debates y no se han solucionado.
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