Publicado en Portafolio el jueves 3 de abril de 2014
En Colombia está funcionando de maravillas el ‘teléfono roto’, o algunos grupos ‘cazadores de rentas’, como los denominan los economistas, están aplicando la técnica de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces, acaba convirtiéndose en verdad”. Al parecer, se proponen seguir tergiversando el impacto de los TLC en el sector agropecuario, ganar adeptos para nuevas movilizaciones y ver qué dividendos pueden sacar.
Está demostrado que los TLC no han tenido impactos negativos en la agricultura. Aun así, con el objetivo de promover otro paro agrario, se siguen lanzando declaraciones como las siguientes:
-“En noviembre el agro siguió perdiendo con los TLC”.
-“Freno y mayor regulación a las importaciones de alimentos bajo los tratados de libre comercio reclamaron en Cali los diferentes gremios de la producción agropecuaria, tras señalar que esos productos extranjeros están diezmando al sector”.
-“Nos hemos cansado de solicitar reiteradamente del gobierno nacional la aplicación de medidas contracíclicas compensatorias para paliar esa coyuntura de los TLC en la actual cosecha”.
¿Es cierto que las importaciones agropecuarias crecieron desmesuradamente? Aun cuando esa apreciación se refuta con las cifras de 2013, pues cayeron en 27 mil toneladas, podemos evaluar el periodo 2011-2013, cuando entraron en vigencia varios TLC.
Según el Dane, las importaciones agropecuarias (ámbito OMC) pasaron de 8,5 a 9,7 millones de toneladas en ese periodo. ¿Es desmesurado ese crecimiento? ¿Qué explica el incremento de 1,2 millones de toneladas?
Los 1,2 millones se descomponen en productos ganaderos (64 mil toneladas), agrícolas (694 mil) y agroindustriales (452 mil).
Aparentemente, la producción agrícola sufrió una mayor exposición a la competencia externa, de lo cual algunos coligen que la está diezmando. Pero su incremento resulta del crecimiento de 834 mil toneladas en cereales y la caída de 140 mil toneladas en los demás agrícolas.
El incremento de los cereales se concentró en maíz (815 mil toneladas); sorgo (26 mil); y arroz (118 mil). Trigo y cebada cayeron en 121 mil y 7 mil toneladas, respectivamente.
El cultivo de estos dos últimos productos prácticamente desapareció del país. Y no por efecto del neoliberalismo, que es la trillada explicación de ciertos analistas, sino porque son cultivos de zonas templadas y no de zonas tropicales. Ya en 1970, cuando no había TLC, se importó el equivalente al 68% de la producción de cebada y casi cuatro veces la de trigo.
La tecnificación de la producción pecuaria desde hace casi tres décadas aumentó vertiginosamente la demanda de maíz para la industria de alimentos concentrados. Pero la producción no respondió y, aun cuando registra una tendencia creciente, hay una brecha equivalente al 75% del consumo, que se atiende con importaciones.
El sorgo también se importa para alimentos concentrados. Pero, a diferencia del maíz, su producción viene declinando en Colombia desde comienzos de los noventa. Las importaciones de 2013 fueron 17 veces superiores a la producción.
En los agroindustriales, que son los segundos más afectados, el 92% de la variación absoluta se explica por cuatro productos: residuos de la industria alimentaria (27,7%) que son insumo de la producción de alimentos concentrados, azúcar (24,1%), bebidas (21,9%) y soya (18,7%).
En azúcar, la producción doméstica se estancó desde 2004 y fue afectada por el paro de corteros en 2008 y el crudo invierno de 2010; para atender los mercados industrial y de consumo humano, y la nueva demanda de las fábricas de etanol, las exportaciones disminuyeron. A pesar de las importaciones, según el Informe Anual 2012-2013 de Asocaña, el consumo per cápita cayó durante 2007-2011.
Es cierto que las importaciones de algunos productos, como el arroz, están creciendo con la vigencia de los TLC. Pero se trata de volúmenes previstos desde la negociación los acuerdos, que en el caso de los contingentes representan porcentajes pequeños del consumo nacional.
En general, se acordaron tiempos de desgravación y exposición gradual a la competencia para poder ajustar las brechas de productividad de los productos sensibles. No obstante, como acabamos de reseñar, no son ellos los que están explicando el mayor volumen de importaciones.
Por último, las importaciones de los sensibles del paro agrario, con excepción de papa que creció 6,6%, registraron caídas en 2013: leche en polvo (-72,2%), lactosuero (-12,8%), fríjol (-26,0%), tomate (-56.0%), arveja (-13,2%).
Con ese panorama, ¿qué tal un cierre de importaciones como medida contracíclica? ¿Qué pasaría con el abastecimiento interno? ¿Y con los precios al consumidor? El laboratorio del vecindario es ilustrativo.
No hay que seguir buscando el muerto aguas arriba, sino enfocarse en los verdaderos problemas del sector y buscar soluciones acordes con un mundo globalizado.
En buena hora el Gobierno Nacional convocó la Misión Rural y su conformación abre muy positivas expectativas para el rediseño de la política agropecuaria.
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