Publicado en Ámbito Jurídico No. 382, del 11 al 24 de noviembre de 2013
Hacer un alto en el acelerado ritmo que impone la dinámica económica de corto plazo, para ver un poco más allá, es útil para vislumbrar las sendas que seguirá la economía mundial y tratar de colegir la forma en que impactarán a la economía colombiana.
Entre las múltiples tendencias que se avizoran, destaco tres que pueden tener efectos en Colombia: la creciente demanda de alimentos, el nuevo panorama de la energía, y el “reshoring”.
En el tema de alimentos el punto de partida ya es complejo: en siete de los últimos ocho años creció más el consumo que la oferta, y el crecimiento de los rendimientos se viene desacelerando.
Los retos consisten en atender la creciente demanda de alimentos, derivada del crecimiento poblacional, el aumento de la clase media en las economías en desarrollo, y los requerimientos de la industria de biocombustibles.
Por el lado de la oferta, la atención de esa mayor demanda implica innovaciones tecnológicas que permitan crecer los rendimientos, la incorporación de más tierras de cultivo y contar con la adecuada provisión de agua.
Cabe esperar que la ciencia responda a este reto que enfrenta la humanidad, como lo ha hecho en casos anteriores, para aumentar la productividad del agro. Con relación a las tierras nuevas, según la FAO, las economías en desarrollo pueden incorporar alrededor de 120 millones de hectáreas, la mitad de las cuales la aportan siete economías entre las que se incluye Colombia. En materia de agua, mientras hay regiones del mundo que ya padecen problemas críticos de abastecimiento o que caminan raudamente hacia ellos, Colombia es una de las economías con mayor riqueza hídrica en el mundo.
El nuevo panorama de la energía surge de la explotación de petróleo y gas no convencionales en Estados Unidos y el descubrimiento de potenciales yacimientos en otras regiones del mundo.
Las implicaciones económicas son vastas. Empiezan por el cierre del déficit que por décadas ha registrado Estados Unidos en su cuenta corriente, lo que a su vez puede ocasionar presiones revaluacionistas del dólar. Una derivación de la recuperación del autoabastecimiento energético de esta economía es la reducción de la importancia geopolítica del Oriente Medio y del cartel de la OPEP.
Adicionalmente, la producción de productos no convencionales puede ocasionar una menor demanda de carbón en Estados Unidos y en otras regiones del mundo. Parte de ella puede ser compensada por la sustitución que Japón hará de energía nuclear por otras fuentes.
Por último, el abaratamiento de los costos de la energía ya está repercutiendo en la mejora de la competitividad industrial estadounidense, con el potencial desencadenamiento de una nueva tendencia que se empieza a conocer como “reshoring” o “backshoring”.
Esta tendencia, que nace del abaratamiento de la energía y de la pérdida de competitividad relativa de China, se manifiesta en la reinstalación de empresas en las economías desarrolladas, especialmente en Estados Unidos.
En China los salarios vienen creciendo de forma sostenida, en parte por la mejora de la productividad y en parte por la escasez relativa de mano de obra especializada. No obstante, la producción por trabajador sigue siendo inferior a la de Estados Unidos, por lo que el efecto combinado es un cierre de la brecha de costo laboral unitario ajustado por productividad.
Un estudio de Boston Consulting Group (“Made in America, Again. Why Manufacturing Will Return to the U.S.”) tomó en cuenta estos factores para la fabricación de autopartes y los proyectó al 2015; estimó que el ahorro de costos laborales entre localizar una empresa en China o en Estados Unidos se reducirá del 65% al 39% entre el 2000 y el 2015. “Adicionalmente, puesto que los costos laborales son un cuarto de los costos totales de fabricar la autoparte, el ahorro total se reducirá a menos del 10%”.
Al descontar de ese ahorro el costo y tiempo del transporte, que puede tomar alrededor de 30 días desde China hasta Estados Unidos, hay casos en los que la ventaja relativa desaparece y se torna atractiva la localización más cerca del consumidor.
Síntesis: En un mundo cada vez más integrado es difícil escapar a las tendencias globales. Las aquí reseñadas muestran la importancia de comprenderlas y pensar en las adaptaciones de las empresas colombianas para aprovecharlas.
En la primera, son claras tanto las ventajas naturales del país como los esfuerzos que hay que realizar para aprovecharlas. La segunda plantea retos en productividad para la minería y la producción de hidrocarburos en Colombia, así como en exploración del potencial del país en los no convencionales. Con la última, es importante hacer un seguimiento detallado de las industrias que serán candidatas al “reshoring” y evaluar las ventajas de localización de Colombia para ser un destino alternativo de esas inversiones que saldrán de Asia.
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