Publicado en martes 12 de febrero en Portafolio.
La economía genera algunos comportamientos sociales predecibles. Uno de ellos es el aumento del pesimismo cuando la actividad económica pierde dinamismo; es un sentimiento que tiende a acentuarse por la existencia de “pesimistas profesionales” que ganan figuración en estas coyunturas.
Siempre están afirmando que el país va camino a la catástrofe y que muchos sectores se van a perjudicar porque los gobiernos de turno no hacen caso de sus permanentes admoniciones y de sus valiosas recomendaciones de política económica. Colombia no es la excepción. En los últimos meses hemos visto cómo los “pesimistas profesionales” muy ufanos salen a cobrar sus “acertadas predicciones”.
Como los ciclos económicos existen, porque son una característica inmanente del capitalismo y ningún economista, por iluminado que sea, ha encontrado la forma de evitarlos, estos pesimistas se sienten “realizados” cuando la economía se desacelera. Entonces empiezan las cantilenas sobre las repetidas ocasiones en que sabiamente anunciaron la catástrofe.
Eso sí, son muy cautelosos al delimitar la cancha de juego para neutralizar críticas. Por ejemplo, enfatizan que no es correcto comparar los resultados de nuestra industria con los de otros países de la región que presuntamente también se están “desindustrializando”. ¿Por qué no tiene sentido? Tal vez porque se evidencia que el fenómeno de desaceleración del crecimiento industrial no es un fenómeno exclusivo de Colombia y, por lo tanto, que el entorno global aporta a la explicación.
Las cifras así lo demuestran. De 58 economías a las que la revista The Economist hace seguimiento permanente hay 31 con registros negativos en el último dato disponible de la industria. Es más, la producción acumulada del sector en Brasil, país que siempre nos ponen como paradigma de política industrial, cayó en 2.7% en 2012 y en 11 de los últimos 12 meses tuvo variaciones negativas. ¿Por qué en una economía globalizada Colombia tendría que ser un bicho raro que no se contagiara?
Otros aprovechan para revelar sus posiciones contra los acuerdos comerciales, que son el blanco preferido de muchos en la actual coyuntura.
Se afirma que los TLC que firmó Colombia no están dando los resultados esperados, pues las exportaciones a esos destinos no crecen. En cambio, los sectores de calzado y confecciones son víctimas de las masivas importaciones, consecuencia de abrir rápidamente los mercados y exponerlos a la competencia global.
Con relación al primer aspecto, cabe recordar que los impactos de los TLC son de mediano y largo plazo y que los aprovechamientos de corto plazo provienen fundamentalmente de la oferta exportable existente. Sin embargo, en una coyuntura mundial de desaceleración, en la que las exportaciones mundiales están cayendo, sería utópico esperar que las de Colombia fueran inmunes a esa situación.
Según la OMC, las exportaciones globales cayeron 0.2% en el acumulado a septiembre de 2012 con relación al acumulado de 2011; las de la Unión Europea bajaron 5.6%; y las de nueve países de América Latina también se redujeron. En ese complejo escenario, las de Colombia crecían al 7.6% anual.
Y con relación al segundo aspecto, la forma en que lo enuncian, haciendo una velada alusión a los TLC, confunde a los lectores desprevenidos. No obstante, es evidente que los “pesimistas profesionales” saben que esas importaciones provienen de China y otras economías asiáticas con las que Colombia no tiene tratados comerciales. Los datos a noviembre de 2012 muestran que el 74% de las confecciones viene de Asia y crecen a tasas superiores al 40% anual. En cambio, las provenientes de países con TLC vigente, o decrecen o aportan modestamente a la variación de estas importaciones.
¿Significa lo anterior que las autoridades económicas no tienen nada que hacer, porque los choques son exógenos? Nada más lejano de la realidad. La crisis mundial de 2008-2009 evidenció las falencias de la regulación financiera en las economías desarrolladas y, en consecuencia, ella está siendo revisada. De igual forma, la coyuntura actual saca a flote los diversos problemas de la economía colombiana, especialmente del sector industrial, y señala la importancia de avanzar en una agenda para superarlos.
Pero el diagnóstico de partida tiene que limpiarse de esa contaminación pesimista, para poder adoptar las medidas adecuadas; en caso contrario, ellas podrían ser contraproducentes. Por ejemplo, tenemos que reconocer el avance que representa la resiliencia de la economía a los choques externos, y no ignorar la diferencia que ellos generan en otros países.
Y también conviene examinar la percepción que prestigiosos analistas internacionales como Moisés Naím tienen sobre nuestro país: “Una de las grandes perplejidades de quienes seguimos a Colombia es la brecha que hay entre el progreso de los últimos años y el pesimismo que reina entre sus ciudadanos”.
Por fortuna, también hay análisis serios que aportan para superar la situación.
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