Camino al desarrollo

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 16 de abril de 2008


Es sabido que Chile es la economía más abierta y más exitosa de América Latina. Pero no es muy conocido cómo tomó la senda del desarrollo sostenido.

José Piñera, exministro de Trabajo del régimen de Pinochet, cuenta cómo al llegar al poder, ni el dictador ni su equipo de gobierno tenían claro un enfoque del desarrollo económico y por eso en los primeros años la política económica priorizó la recuperación del crecimiento. Lo urgente era sacar la economía de la crisis, sanear las finanzas públicas y eliminar la hiperinflación; en 1972, 1973 y 1975 el crecimiento fue negativo, en 1973 el déficit fiscal llegó al 25% del PIB y la tasa de inflación promedio del periodo 1972-1976 fue de 305% anual.

A partir de 1976-1977 se estabilizó la economía y volvió a crecer. Pero no había una visión del desarrollo, por la diversidad de orientaciones de los ejecutivos del gobierno. Como señala Piñera, coexistían “…sectores muy heterogéneos: gente con nostalgias corporativistas, algunos nacionalistas fanáticos, conservadores de viejo cuño, partidarios de la sociedad libre, gente desilusionada de la política y de los partidos, derechistas tradicionales y figuras representativas de una especie de nacional–estatismo con veleidades socialistas”.

Durante esos primeros años eran dominantes las posiciones derrotistas que veían a Chile condenado a la pobreza y al subdesarrollo. Simultáneamente un grupo de economistas defensores del liberalismo económico convocaba foros y reflexiones buscando respuestas a varios interrogantes: “¿Puede Chile llegar a ser, algún día, un país desarrollado? ¿Hay potencial en este país para un despegue económico? ¿Cómo podría ser ese país? ¿Qué otras políticas serían necesarias para lograr este objetivo?”.

A medida que ese grupo fue llegando al poder, puso en práctica varias de las reformas que en los debates diagnosticaron como necesarias para entrar en la senda del desarrollo económico.

En el otro extremo del mundo, un grupo de líderes encabezados por Deng Xiaoping daba un viraje al manejo económico de China. Después de tomar el poder, la revolución maoista aplicó durante 30 años la autarquía y todos los matices del proteccionismo, con un balance deplorable. En 1978 era una de las economías más pobres del mundo, con ingreso per cápita de US$ 165.

Este grupo inició la transición gradual de una economía centralmente planificada a una basada en el mercado. Implementaron reformas estructurales que incluyeron el retorno parcial a la propiedad privada, el establecimiento de incentivos de precios en la agricultura, políticas para la atracción de la inversión extranjera, formación de capital humano, autonomía a las provincias para promover las exportaciones y apertura de la economía mediante reducción de aranceles.

En ambos países los resultados están a la vista: son las economías que más crecen en sus respectivas regiones y de las pocas naciones del mundo que han disminuido la pobreza en términos absolutos.

Por décadas en Colombia se ha discutido el tema del desarrollo y algo se ha avanzado. El problema es que siempre hay quien ponga palos a la rueda y no se han logrado políticas de Estado que superen los periodos de gobierno.

El gobierno actual propone el objetivo de alcanzar tasas de crecimiento de largo plazo superiores al 7%, con base en el acceso preferencial permanente al mercado de nuestros principales socios comerciales y en la transformación productiva orientada al desarrollo de sectores de clase mundial, el aumento de la competitividad general de la economía y la reducción de la informalidad.


La evidencia muestra que sí es posible salir del subdesarrollo; pero primero hay que derrotar el pesimismo y aprender de la propia historia, en lugar de anclarse en el “no se puede” y en el “no estamos listos”.

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