¿Indicadores desechables?

martes, 29 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 14 de junio de 2007

Es habitual el uso del coeficiente entre exportaciones y PIB para medir el grado de apertura de las economías. Pero ciertos analistas dejan de lado las limitaciones que tiene todo indicador, para sacar conclusiones falsas.

Al observar que el indicador de apertura de Estados Unidos es bajo mientras que el de países como el Congo y Angola es alto, afirman que la primera economía es cerrada y las otras son abiertas; de ahí coligen que es falsa la relación entre exportaciones y desarrollo.

Semejantes argumentaciones llevarían a desechar indicadores como el PIB per cápita, que es el indicador típico del grado de desarrollo. El de los Emiratos Árabes Unidos fue US$ 22.000 en 2004, nivel característico de las economías desarrolladas. No obstante, en el índice de calidad de vida de The Economist ocupó el puesto 69 entre 111 países en 2005 (por debajo de Colombia) ¿Esta excepción a la correspondencia entre ingreso y desarrollo demerita el indicador?

Desde hace tiempo la ciencia económica ha entendido el indicador tradicional de apertura como una buena aproximación para muchos países, pero con limitaciones respecto a cierto tipo de economías. Por eso, dependiendo del objetivo de los estudios técnicos, se utiliza el indicador tradicional, tanto dinámico como estático, o combinaciones de varias variables o métodos de modelación más elaborados. Por ejemplo, Guttmann y Richards, del banco central de Australia, se basan en el modelo gravitacional para concluir que hay cinco factores explicativos del grado de apertura de un país: la población, la localización, el grado de liberalización del comercio, su nivel de desarrollo y su tamaño.

Estos autores corroboran varios aspectos ya conocidos en la economía: “Los países con población pequeña tienen altos niveles de comercio exterior (con relación a su PIB) y viceversa… Los países con poblaciones pequeñas tienen pocas oportunidades de comercio dentro de sus fronteras y por lo tanto es más probable que comercien más en los mercados internacionales”. De forma similar, es negativa la correlación con el tamaño del país; entre más grande, es mayor la dotación de recursos y la variedad de climas, lo que conlleva una estructura productiva más diversificada y una menor necesidad de productos de los mercados internacionales. Estos dos aspectos contribuyen a explicar las aparentes excepciones que plantean los países mencionados.

El grado de liberalización del comercio es otro elemento de gran importancia. Una economía con alto coeficiente de apertura no necesariamente tiene menos barreras al comercio que un país con bajo coeficiente, pues puede aplicar, por ejemplo, controles de cantidades o trámites onerosos. Así lo podemos concluir de dos indicadores: el índice de libertad del comercio internacional de Frazer Institute y el estudio del Banco Mundial “Doing Business”.

El primero toma en cuenta los aranceles y su dispersión, las barreras no arancelarias y las restricciones a la inversión extranjera, entre otras. El escalafón para 2004 ubica a Estados Unidos en el puesto 29 entre 130 países y al Congo en el 115; Colombia se ubicó en el 103.

El segundo se enfoca en los trámites y costos de las operaciones de exportación e importación. En 2006 Estados Unidos se ubicó 11 entre 175 países, mientras que el Congo fue el 166 y Angola el 146. Colombia ocupó el puesto 128.

Con la interrelación de estos elementos resulta simplista considerar cerrada la economía norteamericana, que es la mayor exportadora e importadora del mundo (12% y 18% del total, respectivamente) y cuyas exportaciones per cápita superan en cinco veces las de los países africanos mencionados. Entendido el concepto, es viable abordar la relación comercio internacional-desarrollo.

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