Mal en productividad

jueves, 18 de abril de 2024

 

Publicado en Portafolio el 18 de abril de 2024

Según el FMI, “la productividad total de los factores (PTF) de Colombia cayó y luego se estancó durante las últimas tres décadas” (“Colombia Selected Issues”; March 2024). La PTF disminuyó más del 10% desde 1990 hasta 2019 y sus estimaciones indican que en los años siguientes no ha crecido.

El FMI muestra que la PTF sectorial registra grandes diferencias. Solo el sector de construcción y el de comercio y transporte tienen una evolución positiva, aun cuando su tendencia es descendente en los años más recientes; en los demás casos, es notable el estancamiento y la caída con relación al año base. En el caso de la minería, se registró una reducción del 30% en su productividad hasta 2014 y en el sector manufacturero su caída fue del 7% entre 2005 y 2019.

Las mediciones del FMI preocupan por dos razones. Primera, porque uno de los principales determinantes del crecimiento sostenido de una economía es el incremento de la productividad. Segunda, porque es un problema conocido en Colombia desde hace varias décadas y no se ha solucionado. Es evidente que hay graves fallas de implementación de políticas y que algo se está haciendo mal.

Según el FMI un factor determinante de la baja productividad en Colombia es la mala asignación de recursos. Aun cuando no ahonda en la explicación de las razones de la mala asignación, sugiere que “podrían ser obstáculos específicos de la industria y de las empresas, como impuestos, incentivos adversos, acceso al financiamiento, rigideces del mercado laboral, burocracia o incertidumbre política”. 

Eduardo Lora (“Economía esencial de Colombia”) resalta varias formas de mala utilización de los recursos: 1. Recursos no utilizados, como lo refleja el alto nivel de desempleo. 2. Empleos inadecuados; por ejemplo, ingenieros que se ganan la vida en Uber. 3. Recursos utilizados en actividades socialmente improductivas (corrupción, narcotráfico). 4. Falta de inversión en bienes públicos; lo ilustran los altos costos de transporte. 5. Mala administración de las empresas: se tolera “el mal desempeño de sus trabajadores y no incentivan la productividad laboral”. 6. La producción no está orientada a las actividades con ventajas comparativas. 7. Mala asignación intertemporal de los recursos; es el caso de la preferencia por la producción para el consumo actual, sacrificando la inversión.

Colombia debería tener un gran debate sobre este tema, teniendo como norte la sentencia de Paul Krugman que destaca su crucial importancia: “La productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país de mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi que por entero de su capacidad de aumentar su producción por trabajador”.

Difícil reforma tributaria

jueves, 21 de marzo de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 21 de marzo de 2024

El 29 de diciembre el presidente Petro ofreció tramitar una reforma para “bajar de 35% a 20% el impuesto de renta corporativa”. Lo que pocos se han preguntado es cuánto valdría esa reducción y cómo se compensaría para no afectar negativamente las finanzas del gobierno central.

En una entrevista con Yamid Amat, el ministro de Hacienda afirmó que “cualquier punto que se baje en el impuesto de renta corporativo significa 2 billones de pesos”. Esto significa que los 15 puntos que el presidente ofreció rebajar equivalen a $30 billones de pesos, es decir, 1,5 veces el recaudo esperado de la reforma tributaria de 2022.

Pero en la mencionada entrevista, sin ninguna explicación, el ministro Bonilla bajó el ofrecimiento a cinco puntos (de 35% a 30%), afirmando que así se rescata el artículo contenido en el proyecto de ley de la reforma tributaria de 2022, que no fue aprobado por el Congreso. Esto reduce de $30 a $10 billones la pérdida de recaudo por el impuesto a las empresas y es el monto en el que debe incrementarse la tributación de las personas naturales, para que el efecto neto en el recaudo sea nulo.

Aun así, no luce fácil crecer la tributación de las personas naturales cuando el propio gobierno se impuso unas líneas rojas que dejan poco margen de maniobra. Ya se incrementaron notablemente las cargas de las personas con ingresos superiores a $10 millones mensuales y según el ministro no se tocarán más; además, es difícil que aumenten los gravámenes de los ingresos menores a ese monto o que amplíen la base del impuesto de renta bajando el actual umbral de la retención en la fuente.

El IVA es una fuente potencial; según el Marco Fiscal de Mediano Plazo 2023, explica el 71,5% del costo fiscal de los gastos tributarios del 2022, que equivale a $82 billones. Sin embargo, el gobierno difícilmente tocará este impuesto, pues considera que hacerlo, por ejemplo eliminando exenciones, sería en beneficio de los más ricos.

Los impuestos al patrimonio y a los dividendos y los beneficios sectoriales son de alta sensibilidad para los empresarios, por lo que cualquier modificación plantearía un arduo debate. Otro tema es el que plantea Bonilla sobre los gastos que hacen las empresas y que constituyen parte de la compensación a los dueños o a los ejecutivos; pero ellos son un tema de fiscalización más que de reforma tributaria.

Por último, hay grandes riesgos en el trámite de una reforma tributaria. En el actual escenario de crecientes preocupaciones por el potencial incumplimiento de la regla fiscal, surgirán muchas tentaciones para incrementar las cargas de los mismos contribuyentes de siempre.

PIB en graves problemas

jueves, 22 de febrero de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 22 de febrero de 2024 

El mundo está en un proceso de reingeniería de la globalización, cuya principal manifestación es el nearshoring, que consiste en la reubicación de empresas cerca de sus consumidores; para el caso de América, las empresas retornan a Estados Unidos o se establecen en países cercanos. 

En ese contexto, las economías latinoamericanas luchan por atraer la inversión de empresas que produzcan en ellas para exportar a Estados Unidos. Atraerlas implica brindar estabilidad en las reglas de juego, disponibilidad de capital humano de alto nivel, infraestructura adecuada, ventajas competitivas y creciente productividad.

Pareciera que Colombia no quiere subirse a ese tren. Las reglas de juego cambian frecuentemente y la creciente incertidumbre afecta negativamente la inversión; en 2023 la formación bruta de capital cayó en 24,8% anual y el rubro más afectado fue el de maquinaria y equipo (-16,2%), que se considera como un indicador de la inversión privada.

Igual de grave o más es la caída de la inversión en infraestructura, que es básica para la productividad y la competitividad y es un indicador de la inversión pública. El rubro “Otros edificios y estructuras”, que incluye la construcción de carreteras y proyectos de servicio público, no ha recuperado el nivel anterior a la pandemia; su valor total en 2023 fue menor en 36,4% al de 2019.

Por sectores, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) revela que el crecimiento prácticamente quedó estancado desde finales de 2021, como consecuencia de la pérdida de dinamismo de minería, construcción, comercio e industria. El valor agregado (PIB) en los dos primeros se mantiene por debajo de los niveles prepandemia, el del comercio se estancó desde el cuarto trimestre de 2021 y el de la industria viene en caída desde el tercer trimestre de 2022.

Colombia no aprovechó el ciclo de precios alcistas del mercado internacional después de la pandemia, lo que se puede explicar por la situación descrita. En esta materia, hay un grave problema estructural de las exportaciones que debería ser tema de gran debate, pero pasa desapercibido: desde 2018 el volumen exportado cayó continuamente tanto en las exportaciones minero-energéticas como en las demás; en los años en que creció el valor de las exportaciones fue por un efecto precio; la canasta exportadora sigue altamente concentrada en minero-energéticos; y el TLC con Estados Unidos no se ha aprovechado.

En síntesis, la economía colombiana parece estar en otra galaxia que no tiene nada que ver con el nearshoring; la productividad no crece y sectores productivos de alto impacto en el PIB y en el empleo lucen estancados o en franco retroceso. ¿Cuándo habrá un programa de reactivación y de solución de los problemas estructurales?

Turbulencia global 2024

miércoles, 17 de enero de 2024

 Publicado en Portafolio el 17 de enero de 2024

Un factor común en 2023 y 2024 es la persistencia de crisis simultáneas que se retroalimentan. Algunas de ellas se superaron (logística de puertos y contenedores, freno a la inflación) en tanto que otras se extenderán al presente año. Aquí resalto las de mayor impacto.

Hay una tendencia ascendente en la ocurrencia de siniestros naturales. Comenzando por los temas del clima, el 2023 fue el año más caluroso de la historia desde que existen registros de esa variable y, según el Proyecto Copernicus de la Unión Europea, el 2024 puede serlo aún más. En 2023 la temperatura fue 1,48°C superior al periodo preindustrial 1850-1900 y se proyecta que en febrero será 1,6°C mayor. Una consecuencia fueron los voraces incendios forestales ocasionados en Canadá, Chile, Grecia y Hawái, entre otros.

Respecto a los desastres naturales, en 2023 se registraron pérdidas superiores a USD 250 billones, de las cuales solo estaban aseguradas el 36%, según Munich Re; además causaron la muerte de 74 mil personas –la mayoría por el terremoto de Turquía y Siria–, nivel superior a la media de los últimos cinco años, que fue de 10 mil personas. Resaltan también las devastadoras inundaciones en Brasil, República Dominicana y Estados Unidos, principalmente.

En el plano geopolítico el escenario sigue complejo. Las tensiones China–EE.UU. aumentan día a día y serán mayores con los recientes resultados electorales en Taiwán.

A la inesperada duración de la invasión rusa a Ucrania, se sumó el conflicto entre Israel y Hamás, que ya bordea los 25.000 muertos, en los que la mayoría son mujeres y niños. Existe una fuerte polarización global en torno a los contendientes y hay hechos que pueden escalar el conflicto, como la muerte del segundo de Hamás en ataque con explosivos en Líbano, el asesinato de más de 80 personas por el Estado Islámico en Irán y los ataques de milicias hutíes a embarcaciones en el Mar Rojo.

Este último hecho desencadenó acciones armadas de Estados Unidos y Gran Bretaña contra objetivos de esas milicias en Yemen. Como consecuencia, los volúmenes de comercio con contenedores a través del Canal de Suez cayeron en 90% y las grandes compañías optaron por circunnavegar África, por lo que los fletes se incrementaron más del 150%.

Los problemas marítimos no paran ahí, pues los bajos niveles del lago Gatún forzaron a las autoridades del canal de Panamá a restringir el flujo de naves, especialmente las más grandes. Esta lista corta dará mucho de qué hablar en 2024.

Dependiendo de su evolución se pueden afectar variables como la inflación, el comercio internacional y el crecimiento económico globales y generar dramas de diversa índole entre las poblaciones afectadas.