Mal en productividad

jueves, 18 de abril de 2024

 

Publicado en Portafolio el 18 de abril de 2024

Según el FMI, “la productividad total de los factores (PTF) de Colombia cayó y luego se estancó durante las últimas tres décadas” (“Colombia Selected Issues”; March 2024). La PTF disminuyó más del 10% desde 1990 hasta 2019 y sus estimaciones indican que en los años siguientes no ha crecido.

El FMI muestra que la PTF sectorial registra grandes diferencias. Solo el sector de construcción y el de comercio y transporte tienen una evolución positiva, aun cuando su tendencia es descendente en los años más recientes; en los demás casos, es notable el estancamiento y la caída con relación al año base. En el caso de la minería, se registró una reducción del 30% en su productividad hasta 2014 y en el sector manufacturero su caída fue del 7% entre 2005 y 2019.

Las mediciones del FMI preocupan por dos razones. Primera, porque uno de los principales determinantes del crecimiento sostenido de una economía es el incremento de la productividad. Segunda, porque es un problema conocido en Colombia desde hace varias décadas y no se ha solucionado. Es evidente que hay graves fallas de implementación de políticas y que algo se está haciendo mal.

Según el FMI un factor determinante de la baja productividad en Colombia es la mala asignación de recursos. Aun cuando no ahonda en la explicación de las razones de la mala asignación, sugiere que “podrían ser obstáculos específicos de la industria y de las empresas, como impuestos, incentivos adversos, acceso al financiamiento, rigideces del mercado laboral, burocracia o incertidumbre política”. 

Eduardo Lora (“Economía esencial de Colombia”) resalta varias formas de mala utilización de los recursos: 1. Recursos no utilizados, como lo refleja el alto nivel de desempleo. 2. Empleos inadecuados; por ejemplo, ingenieros que se ganan la vida en Uber. 3. Recursos utilizados en actividades socialmente improductivas (corrupción, narcotráfico). 4. Falta de inversión en bienes públicos; lo ilustran los altos costos de transporte. 5. Mala administración de las empresas: se tolera “el mal desempeño de sus trabajadores y no incentivan la productividad laboral”. 6. La producción no está orientada a las actividades con ventajas comparativas. 7. Mala asignación intertemporal de los recursos; es el caso de la preferencia por la producción para el consumo actual, sacrificando la inversión.

Colombia debería tener un gran debate sobre este tema, teniendo como norte la sentencia de Paul Krugman que destaca su crucial importancia: “La productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país de mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi que por entero de su capacidad de aumentar su producción por trabajador”.

Difícil reforma tributaria

jueves, 21 de marzo de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 21 de marzo de 2024

El 29 de diciembre el presidente Petro ofreció tramitar una reforma para “bajar de 35% a 20% el impuesto de renta corporativa”. Lo que pocos se han preguntado es cuánto valdría esa reducción y cómo se compensaría para no afectar negativamente las finanzas del gobierno central.

En una entrevista con Yamid Amat, el ministro de Hacienda afirmó que “cualquier punto que se baje en el impuesto de renta corporativo significa 2 billones de pesos”. Esto significa que los 15 puntos que el presidente ofreció rebajar equivalen a $30 billones de pesos, es decir, 1,5 veces el recaudo esperado de la reforma tributaria de 2022.

Pero en la mencionada entrevista, sin ninguna explicación, el ministro Bonilla bajó el ofrecimiento a cinco puntos (de 35% a 30%), afirmando que así se rescata el artículo contenido en el proyecto de ley de la reforma tributaria de 2022, que no fue aprobado por el Congreso. Esto reduce de $30 a $10 billones la pérdida de recaudo por el impuesto a las empresas y es el monto en el que debe incrementarse la tributación de las personas naturales, para que el efecto neto en el recaudo sea nulo.

Aun así, no luce fácil crecer la tributación de las personas naturales cuando el propio gobierno se impuso unas líneas rojas que dejan poco margen de maniobra. Ya se incrementaron notablemente las cargas de las personas con ingresos superiores a $10 millones mensuales y según el ministro no se tocarán más; además, es difícil que aumenten los gravámenes de los ingresos menores a ese monto o que amplíen la base del impuesto de renta bajando el actual umbral de la retención en la fuente.

El IVA es una fuente potencial; según el Marco Fiscal de Mediano Plazo 2023, explica el 71,5% del costo fiscal de los gastos tributarios del 2022, que equivale a $82 billones. Sin embargo, el gobierno difícilmente tocará este impuesto, pues considera que hacerlo, por ejemplo eliminando exenciones, sería en beneficio de los más ricos.

Los impuestos al patrimonio y a los dividendos y los beneficios sectoriales son de alta sensibilidad para los empresarios, por lo que cualquier modificación plantearía un arduo debate. Otro tema es el que plantea Bonilla sobre los gastos que hacen las empresas y que constituyen parte de la compensación a los dueños o a los ejecutivos; pero ellos son un tema de fiscalización más que de reforma tributaria.

Por último, hay grandes riesgos en el trámite de una reforma tributaria. En el actual escenario de crecientes preocupaciones por el potencial incumplimiento de la regla fiscal, surgirán muchas tentaciones para incrementar las cargas de los mismos contribuyentes de siempre.

PIB en graves problemas

jueves, 22 de febrero de 2024

 

Publicado en Portafolio el jueves 22 de febrero de 2024 

El mundo está en un proceso de reingeniería de la globalización, cuya principal manifestación es el nearshoring, que consiste en la reubicación de empresas cerca de sus consumidores; para el caso de América, las empresas retornan a Estados Unidos o se establecen en países cercanos. 

En ese contexto, las economías latinoamericanas luchan por atraer la inversión de empresas que produzcan en ellas para exportar a Estados Unidos. Atraerlas implica brindar estabilidad en las reglas de juego, disponibilidad de capital humano de alto nivel, infraestructura adecuada, ventajas competitivas y creciente productividad.

Pareciera que Colombia no quiere subirse a ese tren. Las reglas de juego cambian frecuentemente y la creciente incertidumbre afecta negativamente la inversión; en 2023 la formación bruta de capital cayó en 24,8% anual y el rubro más afectado fue el de maquinaria y equipo (-16,2%), que se considera como un indicador de la inversión privada.

Igual de grave o más es la caída de la inversión en infraestructura, que es básica para la productividad y la competitividad y es un indicador de la inversión pública. El rubro “Otros edificios y estructuras”, que incluye la construcción de carreteras y proyectos de servicio público, no ha recuperado el nivel anterior a la pandemia; su valor total en 2023 fue menor en 36,4% al de 2019.

Por sectores, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) revela que el crecimiento prácticamente quedó estancado desde finales de 2021, como consecuencia de la pérdida de dinamismo de minería, construcción, comercio e industria. El valor agregado (PIB) en los dos primeros se mantiene por debajo de los niveles prepandemia, el del comercio se estancó desde el cuarto trimestre de 2021 y el de la industria viene en caída desde el tercer trimestre de 2022.

Colombia no aprovechó el ciclo de precios alcistas del mercado internacional después de la pandemia, lo que se puede explicar por la situación descrita. En esta materia, hay un grave problema estructural de las exportaciones que debería ser tema de gran debate, pero pasa desapercibido: desde 2018 el volumen exportado cayó continuamente tanto en las exportaciones minero-energéticas como en las demás; en los años en que creció el valor de las exportaciones fue por un efecto precio; la canasta exportadora sigue altamente concentrada en minero-energéticos; y el TLC con Estados Unidos no se ha aprovechado.

En síntesis, la economía colombiana parece estar en otra galaxia que no tiene nada que ver con el nearshoring; la productividad no crece y sectores productivos de alto impacto en el PIB y en el empleo lucen estancados o en franco retroceso. ¿Cuándo habrá un programa de reactivación y de solución de los problemas estructurales?

Turbulencia global 2024

miércoles, 17 de enero de 2024

 Publicado en Portafolio el 17 de enero de 2024

Un factor común en 2023 y 2024 es la persistencia de crisis simultáneas que se retroalimentan. Algunas de ellas se superaron (logística de puertos y contenedores, freno a la inflación) en tanto que otras se extenderán al presente año. Aquí resalto las de mayor impacto.

Hay una tendencia ascendente en la ocurrencia de siniestros naturales. Comenzando por los temas del clima, el 2023 fue el año más caluroso de la historia desde que existen registros de esa variable y, según el Proyecto Copernicus de la Unión Europea, el 2024 puede serlo aún más. En 2023 la temperatura fue 1,48°C superior al periodo preindustrial 1850-1900 y se proyecta que en febrero será 1,6°C mayor. Una consecuencia fueron los voraces incendios forestales ocasionados en Canadá, Chile, Grecia y Hawái, entre otros.

Respecto a los desastres naturales, en 2023 se registraron pérdidas superiores a USD 250 billones, de las cuales solo estaban aseguradas el 36%, según Munich Re; además causaron la muerte de 74 mil personas –la mayoría por el terremoto de Turquía y Siria–, nivel superior a la media de los últimos cinco años, que fue de 10 mil personas. Resaltan también las devastadoras inundaciones en Brasil, República Dominicana y Estados Unidos, principalmente.

En el plano geopolítico el escenario sigue complejo. Las tensiones China–EE.UU. aumentan día a día y serán mayores con los recientes resultados electorales en Taiwán.

A la inesperada duración de la invasión rusa a Ucrania, se sumó el conflicto entre Israel y Hamás, que ya bordea los 25.000 muertos, en los que la mayoría son mujeres y niños. Existe una fuerte polarización global en torno a los contendientes y hay hechos que pueden escalar el conflicto, como la muerte del segundo de Hamás en ataque con explosivos en Líbano, el asesinato de más de 80 personas por el Estado Islámico en Irán y los ataques de milicias hutíes a embarcaciones en el Mar Rojo.

Este último hecho desencadenó acciones armadas de Estados Unidos y Gran Bretaña contra objetivos de esas milicias en Yemen. Como consecuencia, los volúmenes de comercio con contenedores a través del Canal de Suez cayeron en 90% y las grandes compañías optaron por circunnavegar África, por lo que los fletes se incrementaron más del 150%.

Los problemas marítimos no paran ahí, pues los bajos niveles del lago Gatún forzaron a las autoridades del canal de Panamá a restringir el flujo de naves, especialmente las más grandes. Esta lista corta dará mucho de qué hablar en 2024.

Dependiendo de su evolución se pueden afectar variables como la inflación, el comercio internacional y el crecimiento económico globales y generar dramas de diversa índole entre las poblaciones afectadas.

Problemas y desarrollo económico

jueves, 21 de diciembre de 2023

 Publicado en Portafolio el 22 de diciembre de 2023

Por donde miremos hay grandes problemas que son lastres para el desarrollo de Colombia, reducen la tranquilidad de los ciudadanos e incrementan el pesimismo y el malestar social que se refleja en las encuestas y en las elecciones: inseguridad, corrupción, informalidad laboral, colados en el transporte masivo, florecimiento de riesgosos transportes informales, evasión del Soat, fraudes a granel, bloqueos de vías urbanas y nacionales, etc.

En su gran mayoría esos problemas fueron pequeños, pero crecieron ante la ausencia de controles que hicieran cumplir las normas vigentes, la permisividad y la inacción de las autoridades y la complicidad de la ciudadanía en general. Pensemos en los colados del Transmilenio. Hace nueve años en mi columna de Portafolio llamaba la atención sobre los 70 mil colados diarios; hoy fácilmente sobrepasan el millón. En otra dimensión, siguen asesinando líderes sociales; como se hace de a poquitos pocos le paran bolas, pero, según Indepaz, desde la firma del acuerdo con las Farc, han asesinado 1.588 líderes.

¿Cuál es el costo económico y social de esos problemas? ¿Cuántos empresarios dejan de invertir o de crecer sus empresas y generar más empleos formales como podrían hacerlo en un mejor ambiente? Nadie lo ha calculado, pero es claro que representan un freno al desarrollo, el desangre de recursos públicos y la pérdida o el desvío de dineros que podrían estar mejor asignados para el crecimiento económico. Las pocas cifras que se conocen son exorbitantes; a manera de ejemplo, Transparencia por Colombia calcula que entre 2016 y 2020 se identificaron 967 hechos de corrupción, pero solo en 367 se pudo estimar una cifra del dinero comprometido; este ascendió a $92,8 billones. Como lo resalta Juan Lozano, ellos darían para la construcción de 461.000 casas o 32 hospitales de alto nivel, junto con la contratación del personal médico.

Tenemos leyes, jueces, cortes judiciales, policía e incentivos para los delincuentes que colaboran con la justicia, pero poco funcionan en la práctica; en los índices globales de “imperio de la ley” Colombia aparece en los últimos lugares.

Como no hay un solo problema, sino que ellos abundan y son inmanejables, es imperativo convencernos de que el desarrollo es un tema de decisión. Los grupos dirigentes en lugar de alimentar la polarización deberían aprovechar el fin de año para reflexionar sobre cómo lograr una coalición o un pacto que apoye la decisión de tomar la vía del desarrollo, de recuperar la cultura ciudadana, de reducir o eliminar muchas de las fuentes de pésima asignación de los recursos y hacer sentir la presencia del Estado como garantía para la tranquilidad, el bienestar de la población y la recuperación del territorio.

¿Diciembre = bajas tasas de interés?

jueves, 16 de noviembre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 16 de noviembre de 202

Se viene consolidando la percepción de que la Junta Directiva del Banco de la República bajará la tasa de política monetaria en su reunión de diciembre. En realidad, varios factores apuntan a mantenerla en su nivel actual por un tiempo más.

Uno de esos factores es la llegada oficial del fenómeno de El Niño. Dependiendo de su intensidad, el impacto sobre el sector agropecuario puede ser grande y reflejarse en la inflación de alimentos. Este rubro, que alcanzó una variación cercana al 28% anual en diciembre de 2022, descendió hasta el 10,4% en octubre de 2023; unas malas cosechas pueden inducir nuevamente su aumento.

Otro factor es el precio de los combustibles. El gobierno tomó la decisión correcta de cerrar la brecha entre los precios internacionales y el precio interno de la gasolina; según el ministro de Hacienda todavía quedan dos incrementos para cerrarla, pero luego empezará el incremento de los precios del diésel, que han estado congelados por cuatro años.

El ministro ha expresado que el ajuste que se viene haciendo en los precios de los combustibles ha hecho más la lenta reducción de la inflación en Colombia en comparación con otros países de la región, en los que los precios se mantuvieron alineados con los internacionales. Ahora que el propósito es cerrar la brecha del diésel, la presión sobre los precios puede ser mayor por el impacto que tiene en los costos del transporte de carga.

Un factor adicional es que el exceso de demanda en la economía no se ha cerrado, pues ha sido alimentado por el notable incremento de las remesas, y por el elevado aumento del salario mínimo en los últimos tres años.

Las remesas se proyectan este año hacia la cifra récord de los USSD 10 mil millones, que equivalen a cerca de $41 billones, es decir, el doble de lo esperado como recaudo de la última reforma tributaria. Estos son ingresos que llegan directamente a las familias y redundan en incrementos de la demanda agregada.

En el caso del salario mínimo se espera que sus incrementos se establezcan con base en la inflación pasada y los cambios en la productividad de la economía. Pero en Colombia existe un factor político que no es previsible y ha sido alto en los últimos tres años, repercutiendo en un sobreajuste acumulado de 8,5 puntos porcentuales, que contribuyeron al exceso de demanda. En la negociación que se avecina, cabe esperar que el gobierno simpatice con una repetición de la experiencia reciente. 

En ese escenario, es difícil que la autoridad monetaria inicie en diciembre un periodo de reducción de las tasas de interés.

Más policrisis

viernes, 20 de octubre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 20 de octubre de 2023

El mundo sigue en policrisis. Este concepto describe un escenario en el que confluyen diversas crisis; en los años recientes coincidieron la pandemia, la invasión rusa a Ucrania, el acelerado incremento de la inflación, la crisis climática y la tensa relación entre Estados Unidos y China, entre otras. El problema, como lo resalta el historiador Adam Tooze, es que los efectos de la simultaneidad son superiores a la suma de los impactos individuales, porque hay un proceso de retroalimentación entre las diversas crisis.

En el último año se superaron los problemas de las cadenas de suministro y la congestión de los puertos; además, la inflación empieza a ceder. Pero surgieron otros: el fenómeno de El Niño, la crisis política en la Cámara de Representantes de Estados Unidos y el ataque terrorista de Hamás a Israel.

Si el fenómeno de El Niño es tan drástico como algunos analistas lo prevén, crecen los riesgos de desabastecimiento de alimentos y de hambrunas; las consecuencias en este caso serán el repunte de la inflación, el deterioro de los ingresos reales de la población más vulnerable, y la imposición de restricciones al comercio internacional de productos básicos.

La crisis política que desencadenó en Estados Unidos la destitución del presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, pese a ser un problema local, tendrá graves consecuencias en el mundo. La creciente polarización y la división del partido republicano afectarán negativamente el normal funcionamiento del gobierno estadounidense; la aprobación del presupuesto para el año fiscal 2023-2024 luce complicada, lo que podría desencadenar la parálisis del sector público.

Pero, además de las consecuencias que esa parálisis tendrá en la dinámica de la economía mundial, afectará el apoyo que Estados Unidos está dando a Ucrania y a otros países, como Colombia. Ya en el acuerdo con McCarthy fueron recortados más de USD4.000 millones de la ayuda a Ucrania, por lo que recortes adicionales limitarán las posibilidades de repeler a los rusos.

El reciente ataque de Hamás a Israel es un riesgo que nadie preveía. Las potenciales consecuencias, en buena medida dependerán de la magnitud de la respuesta de Israel a la agresión y del probable involucramiento en el conflicto de otros países, como Irán, o grupos, como Hezbolá. El apoyo de Estados Unidos a Israel implica menos recursos para Ucrania; y la vinculación de otros países de la región puede repercutir en una menor producción de petróleo y gas.

En síntesis, lejos de ser superada, la policrisis global tiende a acentuarse y ese es el marco que deben tomar como referencia los gobiernos nacionales para diseñar e implementar sus políticas públicas. Es un escenario cada vez más complejo.

Colombia en decrecimiento

viernes, 22 de septiembre de 2023

 

Publicado en Portafolio el 22 de septiembre de 2023

En los resultados de crecimiento del PIB en el segundo trimestre de 2023 hay un aspecto que pasó desapercibido: en varios sectores su valor agregado está por debajo del nivel de referencia de la prepandemia (2019-IV). Puesto en términos de doña Irene Vélez, están decreciendo.

En la minería, su valor agregado en 2023-II es menor en 10,9% al del 2019-IV y todos los valores en ese periodo son inferiores al de referencia. Los resultados se explican por las caídas que se observan en carbón, petróleo y gas natural, extracción de otras minas y canteras y actividades de apoyo. Como consecuencia, su participación en el PIB se redujo de 4,9% en 2019-IV a 4,0% en 2023-II.

En la construcción la situación es peor, pues el dato más reciente está 23,6% por debajo del nivel prepandemia; desde 2020 sus valores se han mantenido por debajo del observado en 2019-IV. La caída más notable es la de construcción de carreteras y obras de ingeniería civil, cuyo valor agregado en 2023-II es inferior en 44,7% al de referencia; esto evidencia una política pasiva de inversión pública en infraestructura en los años recientes. Pero también es inferior el valor agregado correspondiente a la construcción de edificaciones residenciales y no residenciales, que refleja el freno en los programas de vivienda. Esta anómala evolución repercute en la reducción de la participación de la construcción en el PIB de 6,3% a 4,3% en el periodo analizado.

En el caso del sector agropecuario los datos reflejan una situación de estancamiento. Aun cuando ha registrado valores superiores al 2019-IV, el de 2023-II, 14 trimestres después, apenas es superior en 2,0%. El bajo crecimiento obedece a la continua caída de la producción de café en todo el periodo y a la contracción de la ganadería desde 2022-II. Con estos resultados, la participación en el PIB baja de 6,3% a 5,9%.

Es claro que estos son tres sectores estratégicos de la economía colombiana. De ellos depende la mayor parte de las exportaciones; tienen una contribución importante a la creación de valor agregado y a la generación de empleo, y, además, tienen fuertes encadenamientos productivos. Los resultados explican el mal desempeño del volumen exportador en los años recientes. Los tres representaban el 17,4% del PIB en 2019-IV y bajaron a 14,1% en 2023-II y pasaron de generar el 24,2% al 22,6% de la ocupación en el mismo periodo.

Por si hiciera falta, estos datos ponen de relieve la urgencia de un programa de reactivación productiva y de repensar el propósito de marchitar la producción de minero-energéticos. No hacerlo conduciría al decrecimiento en una versión más negativa que la prevista por los teóricos de esa política.

Reactivación y sesgos

jueves, 24 de agosto de 2023

 

Publicado en Portafolio el 24 de agosto de 2023

Más sorpresa que el crecimiento del PIB de 0,3%, causó la interpretación alarmista que hicieron los medios y algunos comentaristas. Las expectativas de los expertos encuestados por Fedesarrollo y el Banco de la República mostraban claramente la notable desaceleración esperada (de 3% en el primer trimestre al 0,5% y a 0,4%, como rango inferior de proyección en el segundo trimestre, respectivamente) y el exministro Ocampo había señalado como probable una cifra cercana a cero.

Al ganar espacios la imagen proyectada por los medios y buscar ratificación, comenzaron las entrevistas sobre qué hacer y surgió lo obvio: una política de reactivación, que diversos analistas venimos proponiendo desde hace varios meses.

Ahí surgieron los sesgos, especialmente los de disponibilidad. Los entrevistados suelen responder sin tener en cuenta el potencial real de implementación en el corto plazo. Ministros, empresarios y académicos sacan a relucir temas como potenciar las exportaciones del agro, fortalecer el turismo, aumentar la productividad, hacer reformas que favorezcan el empleo, identificar potenciales productivos regionales.

Veamos la productividad como ejemplo. Llevamos décadas de políticas para incrementarla y los logros son pobres e inestables. La Ministra de Agricultura afirma que “nuestro arroz es muchísimo más caro que el arroz de cualquier otro país”. En maíz, que según el presidente Petro podría incrementar en 1.2 millones los empleos al renegociar el TLC, los rendimientos de Colombia son un tercio de los de Estados Unidos y a pesar de 11 años de vigencia del acuerdo la brecha no se ha cerrado; por eso, renegociar acarrearía la pérdida de millones de empleos en las cadenas agroalimentarias al abastecerse de productos nacionales más caros y la reducción del bienestar de la población al sacrificar consumo por los altos precios.

Es mejor echar mano de las políticas que siempre dan resultados de corto plazo, como los subsidios a la vivienda (retomar los de clase media); acelerar las obras públicas en este de fin periodo de gobernadores y alcaldes; mayor ejecución presupuestal, pero reorientándola de ser posible a proyectos con impactos rápidos en empleos e ingresos. Una opción es impulsar la actualización de habilidades laborales de personas que pierdan el empleo, pagándoles un millón de pesos mensual como complemento a los mecanismos de cesantías y protección al cesante; además, diseñar mecanismos de promoción que faciliten su reingreso al mercado laboral.

Finalmente, unos elementos importantes que se vienen recalcando desde diversos sectores incluyen el restablecimiento de la confianza entre gobierno y empresarios, superar la creciente polarización entre ministros y gobiernos regionales e implementar planes de emergencia que frenen la creciente delincuencia. Estos son factores que están afectando negativamente los índices de confianza cuando lo que conviene es fortalecerlos.

¿Bajarán pronto las tasas de interés?

viernes, 21 de julio de 2023

 

Publicado en Portafolio el 21 de julio de 2023.

Algunos analistas, incluido el exministro Ocampo, claman por que así sea. Pero poniendo los pies en la tierra, parece poco probable por la experiencia de otros países y por la evolución de la inflación básica de Colombia.

En Colombia es un hecho que la inflación total lleva tres meses consecutivos en descenso, los indicadores de demanda agregada corroboran su menor dinámica, y las expectativas de inflación también están bajando aun cuando, según las minutas de la Junta Directiva del Banco de la República, “continúan elevadas”.

No obstante, las revisiones del PIB van al alza, no a la baja, lo que podría indicar una caída de la demanda menor a la proyectada inicialmente; el incremento de los salarios en los dos últimos años estuvo por encima de la inflación (10,07% en 2022 y 16,00% en 2023); y el desempleo no ha aumentado.

Lo que acontece en otros países es que la inflación total y la básica llevan varios meses bajando, y lo máximo que han hecho sus bancos centrales es detener las alzas de sus tasas de política monetaria; pero no las han reducido. Así ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos, la Eurozona, Brasil, Chile y México.

La pregunta es por qué las autoridades monetarias no han bajado las tasas de intervención y en algunos casos dejan entrever posibles incrementos adicionales. Al parecer, prima la cautela frente a la incertidumbre por el fenómeno de El Niño, eventos climáticos extremos (como las altas temperaturas en Europa en estas semanas), y el riesgo de que Rusia cierre nuevamente el Mar Negro para el cruce de cargueros; a ellos habría que sumar en Colombia el reajuste de los precios de los combustibles y los problemas de estabilidad financiera en algunos sectores, entre otros.

El otro tema son los indicadores de inflación básica de Colombia. Los de inflación sin alimentos y sin alimentos y regulados siguen subiendo a niveles récord; el de servicios ha bajado un mes y Núcleo 15 tres. El Banco de la República señala que “estas medidas proveen información de la tendencia de largo plazo de los precios, y es la inflación que está directamente afectada por las decisiones de política monetaria”. Así, la mencionada mezcla de resultados indica que no es tan claro que hayan desaparecido las presiones de demanda sobre los precios.

En ese escenario global y nacional, más vale no confiarse en prontos descensos de la tasa de intervención del Banco de la República; mejor esperar del gobierno una pronta acción de choque contra los problemas de oferta y la solución de los cuellos de botella generados en varios sectores por regulaciones erráticas.