Tiro en la rodilla

jueves, 24 de julio de 2014
Publicado en Ámbito Jurídico, Año XVII, No. 398, 21 de julio a 3 de agosto de 2014

En las últimas décadas ha crecido el número de clasificaciones internacionales (ranking) con los más variados objetivos: competitividad, clima de negocios, libertad económica, logística, complejidad económica, etc. Su utilidad es grande en la identificación de las mejores prácticas, la comparación con lo que hacen los países pares, y la percepción de las tendencias globales, entre otros.

Pero el buen uso de ellas exige conocer sus metodologías, objetivos, coberturas y limitaciones. Ignorarlos puede dar lugar a apreciaciones erróneas, como ocurrió en la reciente campaña presidencial.

En un video de una campaña, una señora afirma que “Colombia ha empeorado en sus principales indicadores sociales y económicos en los últimos cuatro años” (http://www.youtube.com/watch?v=D_L0eDaaIXw).

Para demostrarlo acude al Global Competitiveness Report, elaborado anualmente por el World Economic Forum (WEF). La señora del video destaca que el país cayó del puesto 85 al 106 en el indicador de desperdicio del gasto público; en calidad de la infraestructura, del 85 al 117; en educación básica del 75 al 104; y remata comentando que “lo mismo pasó en la lucha contra la mortalidad infantil, la seguridad y la participación de las mujeres en el mercado laboral”, en la que se pasó del 49 al 98.

Varias imprecisiones cometieron los “creativos” de esa publicidad. Para empezar, el Global Competitiveness Report se basa en más de 110 variables, que combinan tanto estadísticas oficiales (datos duros), como encuestas de opinión (datos blandos). Si se examina la clasificación de Colombia en los últimos años, salta a la vista que el país se ha movido poco; se mantiene alrededor del puesto 69 entre 148 países. Ese es el resultado neto de variables en las que aumenta su posición relativa y otras en las que disminuye.

Lo deseable es mejorar, pero la estabilidad no es sinónimo de que se estén implementando políticas económicas erradas. Por ejemplo, un país puede registrar un incremento importante en la cobertura bruta en educación y, aun así, perder posiciones en la clasificación de esa variable porque un grupo de países la aumentó más.

Esto significa que en la metodología de las clasificaciones internacionales está implícito que el mundo se mueve. No solo es deseable que un país avance, sino que lo haga más rápido que los demás para ascender puestos en el ranking. Por eso, con base en un puñado de variables en las que se pierden puestos, no se puede descalificar la gestión de una economía; tampoco es lícito inferir del retroceso en el indicador de desperdicio del gasto público que un gobierno “gastó más e hizo menos”, como destaca el video.

Además de esas imprecisiones, los “creativos” cometen un error garrafal. No tienen en cuenta que una cosa es la fecha de publicación del ranking del WEF y otra las fechas de referencia de las variables utilizadas.

El error más notable es el de la tasa de mortalidad infantil. Tomando los datos como lo hicieron en ese video, Colombia pasó del puesto 66 al 77 (ranking del 2009-2010 y del 2013-2014, respectivamente). Pero no se percataron de que las fechas de los datos duros corresponden a los años 2006 y 2011, como lo informa la propia publicación del WEF; lo más interesante es que según el dato del 2010 el país quedó en el puesto 79, por lo que el deterioro en el ranking sería atribuible totalmente a un periodo de gobierno anterior al que se proponen evaluar, a la vez que se colige que las acciones de la actual administración permitieron mejorar en dos puestos.

Los datos duros corroboran esta última apreciación. La tasa bruta de mortalidad infantil pasó de 17,0 bebés por cada 1.000 nacidos vivos en el 2006, a 18,1 en el 2010 y a 15,4 en el 2011.

El mismo análisis se puede hacer para la participación de las mujeres en el mercado laboral. En realidad, el puesto 49 corresponde al dato duro del 2007 y el puesto 98 al del 2010, por lo que, nuevamente, la pérdida relativa sería atribuible a la administración anterior.

En los otros dos indicadores mencionados es cierto que se perdieron puestos en los cuatro años mencionados. Pero una evaluación objetiva de la clasificación tendría que destacar que esa tendencia viene de atrás.

Caso particular es el del desperdicio del gasto público en el que tomaron un año de referencia distinto al de las otras variables, con el fin de magnificar el resultado. Tomando el mismo que para las otras variables comentadas, surgen dos hechos interesantes: 1. El país pasó del puesto 79 en el 2007-2008 al 107 en el 2009-2010, que corresponden al gobierno anterior; 2. En el actual Gobierno el país mejoró un puesto, al pasar al 106 en el 2012-2013.

En la lógica de la señora: ¿Cuál gobierno gastó más e hizo menos? ¡Tiro en la rodilla!

De nuevo, el Ministerio de Industria

viernes, 18 de julio de 2014
Publicado en Portafolio el 18 de julio de 2014

En días pasados el presidente de la ANDI se refirió nuevamente a la propuesta de un “Ministerio de Industria”.

Muy bueno plantear debates, pero poniéndolos en contexto. Por ejemplo, insinuar que no hay apoyos del Estado a la industria y que no hay política industrial –como lo sostienen desde hace tres años algunos analistas–, no es un buen punto de partida.

En cambio, sin ser exhaustivos, se pueden mencionar numerosas acciones de los últimos años que, además de ser “apoyos” a ese sector, en cualquier lugar del mundo se denominan “política industrial”: 

1. Exenciones tributarias a las zonas francas. 2. Diferimiento arancelario para bienes de capital y materias primas no producidos. 3. Eliminación de la sobretasa a la energía. 4. Reducción de sobrecostos a la nómina con la eliminación de parafiscales. 5. Subsidio a la tasa de interés de viviendas nuevas, con repercusión en la demanda de más de 25 sectores industriales. 6. Negocios impulsados por Compre Colombiano para fortalecer el mercado interno. 7. Oportunidades de negocios abiertas por Proexport Colombia. 8. Creación del Instituto Nacional de Metrología. 9. Creación del Centro de Aprovechamiento de los Acuerdos Comerciales, con el objetivo de identificar y remover los obstáculos al desarrollo del potencial de exportación. 10. Incentivos tributarios de la Ley de Formalización y Generación de Empleo. 11. Imposición de aranceles mixtos a las importaciones de calzado y confecciones. 12. Desembolsos de créditos de Bancoldex para modernización, por más de 11 billones de pesos en los últimos cuatro años. 13. Establecimiento del Profia, para el fortalecimiento del sector de autopartes. 14. El programa Bancoldex Capital para la promoción de los fondos de capital. 15. Créditos garantizados por el Fondo Nacional de Garantías por más de 25 billones de pesos para las mipymes en cuatro años.

Además, hay políticas enfocadas en el mediano y largo plazo, como el Programa de Transformación Productiva que persigue el desarrollo de sectores de clase mundial; los acuerdos comerciales, que abren mercados en condiciones preferenciales para las exportaciones; la formalización empresarial que busca eliminar el lastre de la informalidad sobre la productividad; iNNpulsa Colombia, que estimula el emprendimiento dinámico innovador; la política de emprendimiento, orientada a enriquecer el tejido empresarial.

Como parte de la política industrial, se destinan recursos a la contratación de estudios especializados, que luego se plasman en decisiones de tipo transversal o sectorial; por ejemplo, la reforma a la ley de Habeas Data, el proyecto de ley anticontrabando que cursa en el Congreso y el estudio de costos de energía, que es parte de la política de reducción de costos de producción de las empresas.

Es hora de bajar la discusión de las ramas y comenzar debates puntuales sobre dónde se requieren ajustes y cuáles son las justificaciones, cuáles programas y políticas se deben fortalecer y cuáles suprimir. También sería deseable medir cuánto nos cuesta la política industrial a todos los ciudadanos.

En síntesis, más que un ministerio de industria, lo que hace falta en Colombia es una presentación integral y periódica de los objetivos de la política industrial, sus múltiples programas, los costos de cada uno, la evaluación de sus impactos, etcétera. La propuesta es emular el libro blanco de la política industrial de países como Japón, Taiwán, Corea y la Unión Europea.

Desindustrialización: mitos y realidades

sábado, 5 de julio de 2014
Publicado en Revista Fasecolda No. 156, julio 2014

Una interpretación errada de la reciente pérdida de participación de la industria en el PIB puede conducir a decisiones equivocadas de política económica. Por eso es importante entender el concepto de desindustrialización y sus alcances.

La desindustrialización puede ser un fenómeno real o natural. Pero no es correcto usarlo como una herramienta para descalificar la gestión económica de un gobierno y como presunta prueba de que no hay política industrial en Colombia.

La discusión debería servir para evaluar el modelo de desarrollo industrial que ha tenido el país y trazar los correctivos adecuados si, como es deseable, se quiere una “reindustrialización”. 

El concepto y los hechos

No hay una forma única de definir la desindustrialización, pero en la literatura económica se hace énfasis en la reducción del empleo sectorial, la contracción de las exportaciones industriales y la pérdida de participación en el PIB. En nuestro medio, la mayor parte de los análisis se concentran en el último indicador.

En el gráfico 1 se observa que la participación de la industria en el PIB alcanzó un máximo de 23.5% en 1974 y en 2013 el mínimo (11.3%). Esta pérdida de 12.2 puntos porcentuales de participación es lo que se identifica como la desindustrialización de Colombia.


Los indicadores de empleo no corroboran esa hipótesis pues, como se observa en el gráfico 2, a pesar de la reducción en la coyuntura reciente, el nivel es superior al de 2001. De igual forma, las exportaciones industriales registran una tendencia creciente, interrumpida por los efectos de la crisis mundial y el cierre del mercado venezolano (gráfico 3); al quitar este último, se observa que las exportaciones ya superaron el nivel que tenían antes de la crisis mundial.



El gráfico 4 muestra que la caída en la participación de la industria en el PIB no es exclusiva de Colombia, sino que es un fenómeno generalizado para América Latina. Incluso la base de datos del Banco Mundial permite colegir que es un fenómeno global. Salta a la vista que economías como la de Brasil, cuya política industrial es vista por analistas colombianos como el modelo a seguir, registran una contracción muy superior a la colombiana.


Problemas metodológicos

Parte de los 12.2 puntos de menor participación de la industria en el PIB se originan en los cambios de metodología de medición del PIB.

En el gráfico 1 se resalta que en 1994 el peso es inferior en 4.8 puntos porcentuales cuando se usa la base 1994 y no la base 1975. Y con la base 2005 la participación es inferior en 0.8 puntos en el 2000 y en 1.6 puntos en 2007, que la obtenida con base 1994. Esto significa que casi el 50% de la pérdida de participación es explicada por cambios en la metodología el PIB.

Esas alteraciones en los pesos relativos de los sectores son hasta cierto punto normales, como lo resaltó el Dane (2010; p. 105) al explicar las diferencias ocasionadas al cambiar la base del 2000 al 2005: 

"Comparando los resultados arrojados por las dos bases, se observan algunas modificaciones de la estructura productiva sectorial del año 2005, explicadas por los cambios en la importancia relativa en el valor de la producción (determinada por los volúmenes producidos y los correspondientes precios al productor) y por el comportamiento de las relaciones técnicas de producción de las actividades económicas, en particular del coeficiente técnico del consumo intermedio (C.I./Producción). En efecto, mientras ciertas actividades cobran mayor importancia relativa (servicios financieros, de seguros y servicios a las empresas, por ejemplo), otras ceden terreno en la estructura del PIB total (como es el caso de la agricultura)".

El argumento de la metodología no le gusta a algunos de los analistas que han participado en el debate, pero, como se deduce de lo anterior, sería erróneo menospreciarlo. En cambio, Martínez y Ocampo (2012; p. 110) tratan de corregir la distorsión con una reconstrucción de las series y calculan que la participación industrial se redujo en seis puntos porcentuales entre 1974 y 1999 (en el gráfico 1 que muestra el cambio en la metodología del PIB, la reducción es de diez puntos en este mismo periodo).

Desintegración vertical

El trabajo reciente de Carranza y Moreno (2013) aporta una explicación alternativa, partiendo de observar que a medida que un sector se desarrolla, se va concentrando en su actividad central y terceriza aquellas que no son de la esencia del negocio.

De esta forma, actividades como la vigilancia, el aseo, y la contabilidad, por ejemplo, ahora son desarrolladas por empresas especializadas en ese tipo de servicios. En la medición del PIB, la tercerización se refleja como un mayor valor agregado del sector de servicios y una contracción del industrial.

Carranza y Moreno (2013; p. 18) realizaron un ejercicio de medición de la cadena industrial, agregando a la industria aquellas actividades de servicios necesarias para la producción industrial. Su conclusión es que:

"Actualmente la cadena de producción industrial colombiana absorbe alrededor del 35% de la actividad económica. Notablemente, no existe ninguna evidencia de que la actividad industrial haya perdido importancia en la economía durante la última década y mucho menos evidencia hay de que su tamaño se haya reducido".

El argumento básico de desintegración vertical de la producción industrial encuentra respaldo en los análisis sobre las cadenas globales de valor en el contexto de la economía globalizada. Feenstra (1998) y Stephenson (2012) señalan que la nueva organización mundial de la producción induce la tercerización tanto de procesos productivos como de servicios, que favorecen especialmente a las pymes.

Evolución reciente

Las dos secciones anteriores describen posibles explicaciones a la reducción de la participación de la industria en el PIB en el largo plazo. Pero en la coyuntura reciente pueden haber incidido otros factores.

En 2006 la autoridad monetaria inició una política de aumento de las tasas de interés de intervención, con el propósito de frenar las presiones inflacionarias en la economía. Es conocido que esta política frena la demanda agregada y desacelera la actividad económica.

El valor real de la producción industrial, que alcanzó una tasa de crecimiento del 12.9% anual en junio de 2007, se empezó a desacelerar rápidamente. Para septiembre de 2008, cuando comenzó la crisis mundial con la quiebra de Lehman Brothers, ya la producción industrial colombiana se estaba contrayendo.

Por lo tanto, la industria colombiana se encontraba debilitada al comenzar la crisis mundial. Cabe recordar que la transmisión de la crisis desde las economías desarrolladas a las subdesarrolladas se dio por el canal comercial y que, en el caso de Colombia, el impacto se acentuó con el cierre del mercado de Venezuela. En 2009 las exportaciones industriales al mercado venezolano cayeron el 38.2% anual y al resto del mundo en 13.3%.

A estos dos factores, hay que sumar el lento crecimiento del comercio internacional después de la crisis mundial de 2008-2009, por efecto de la crisis de la deuda soberana de las economías de la zona euro; la débil y lenta recuperación de la economía de Estados Unidos; la desaceleración de las principales economías emergentes en 2012 y 2013; la persistente apreciación del peso; y la imposición de barreras al comercio industrial por parte de Argentina y Ecuador.

A manera de conclusión

Es un hecho que la participación de la industria en el PIB se redujo en los últimos 40 años. Pero no se puede concluir que toda la reducción se pueda clasificar como desindustrialización o que ella sea consecuencia de políticas industriales erradas, especialmente cuando el empleo y las exportaciones industriales no son consistentes con esa hipótesis.

La mitad de la pérdida de participación es directamente atribuible a cambios en la metodología de las cuentas nacionales. También hay un fenómeno de desintegración vertical de la industria y la confluencia reciente de múltiples factores que han tenido impacto negativo transitorio en la producción industrial.

Qué tanto de la menor participación industrial en el PIB es atribuible a cada uno de los factores mencionados y qué tanto es coyuntural o estructural, son temas pendientes de estudios técnicos.

Bibliografía

Carranza, E. y Moreno S. (2013). “Tamaño y estructura vertical de la cadena de producción industrial colombiana desde 1990”. Borradores de Economía, No. 751. Banco de la República.

Dane (2010) “Cuentas Nacionales base 2005. Principales cambios metodológicos y resultados”. Noviembre. Recuperado el 26 de mayo de 2014. 

Feenstra, R. (1998). “Integration of Trade and Disintegration of Production in the Global Economy”. Journal of Economic Perspectives. Volume 12, Number 4.

Martínez A. y Ocampo J. A. (2011). Hacia una política industrial de nueva generación para Colombia. Coalición para la promoción de la industria colombiana. D’vinni Impresores. Bogotá.

Stephenson (2012) “Global Value Chains: The New Reality of International Trade”. E15 Expert Group discussion on Global Value Chains. Geneva, November. Recuperado el 26 de mayo de 2014.