Perlas

domingo, 30 de mayo de 2010
Publicado en el diario La República el 25 de mayo de 2010


En el pasado debate del Senado sobre el TLC de Colombia-UE, los opositores de los tratados no pasaron de repetir sus manidas críticas contra el libre comercio. Entre ellas hay varias "perlas".

Para la muestra un botón. Interpretan los críticos que según el coeficiente de apertura económica (exportaciones más importaciones sobre PIB), los países africanos más pobres y Colombia deberían ser más desarrollados que Estados Unidos. Como esa no es la realidad, concluyen que es falso que el libre comercio contribuya al desarrollo.

Olvidan las restricciones que tienen la mayoría de las mediciones en economía. Una lectura adecuada del coeficiente de apertura no puede desconocer la relación entre ese indicador y el tamaño de las economías. Los análisis básicos del comercio internacional muestran que en las economías grandes el coeficiente es bajo porque el mercado interno permite una mayor diversificación de la producción doméstica, especialmente si el ingreso per cápita es medio o alto; en cambio, las economías pequeñas necesitan más del comercio internacional.

También hay excepciones. Una economía grande como China, luego de "gozar" de 40 años de autarquía socialista, no podía fundamentar su crecimiento en el mercado interno por tener una de las poblaciones más pobres del mundo. Por eso dio un viraje de 180 grados en 1978 abriéndose al mundo parcial y gradualmente.

¿Es en realidad EE.UU. una economía más cerrada que Colombia? La respuesta exige examinar al menos dos indicadores complementarios.

El arancel nominal promedio de EE.UU. al término de la Segunda Guerra Mundial estaba alrededor del 40 por ciento; desde entonces ha disminuido continuamente hasta el 3,5 por ciento actual. El de Colombia era cercano al 30 por ciento en el primer periodo y 12,5 por ciento en el último.

Los módulos de comercio internacional de diversos índices comparan dispersión de aranceles, costo de importar y exportar, barreras no arancelarias, y obstáculos al movimiento de capitales, entre otras. En el Doing Business 2010, EE.UU. ocupa el puesto 18 mientras Colombia tiene el 97; en el del índice de libertad económica de Fraser el puesto de EE.UU. es 28 y el de Colombia 118; y en el de Heritage 37 y 103, respectivamente.

Si los críticos siguen creyendo que Colombia debe reducir su coeficiente de comercio internacional, porque presumen que EE.UU. es una economía cerrada, o que la apertura de los noventa nos volvió una economía abierta y esa es la causa de todos los males del país, no pueden estar más equivocados.

Ojalá recuerden que el abandono de la autarquía en China redujo en más de 500 millones su número de pobres. Según Martin Ravallion, del Banco Mundial: "El éxito de China apunta a un hecho genérico: Los mercados más libres pueden satisfacer los intereses de los pobres".

Si por aquí llueve…

lunes, 17 de mayo de 2010
Artículo publicado en el diario La República el 12 de mayo de 2010

El sistema tributario colombiano ha sido criticado en las últimas décadas por la maraña de tarifas y de exenciones. Coloquialmente, se dice que nuestro régimen tributario no lo entiende ni un brujo, lo que fomenta la informalidad y hace oneroso el pago de los impuestos.

Nadie niega la necesidad de una reforma estructural que simplifique tanto la parte de impuestos como la de gastos. El mundo ideal sería un régimen tributario limitado a pocos artículos estableciendo la tarifa de cada impuesto, que debería ser plana y de aplicación universal; por supuesto, estableciendo la progresividad en impuestos como el de renta. Una regla de oro en ese régimen sería que la política redistributiva y la de incentivos no se hagan con los ingresos sino con los gastos.

El problema es que no es tan fácil lograrlo. Basta recordar la propuesta del exministro Carrasquilla, que no pasó de los primeros debates en el Congreso. Por eso no tiene sentido la crítica de la supuesta incapacidad del gobierno para corregir el déficit fiscal.

Sobre este punto hay tres aspectos que vale la pena recordar. En primer lugar, entre 2002 y 2008 se lograron reducciones continuas del déficit fiscal, hasta el mínimo en muchos años en 2007 y 2008. En segundo lugar, la crisis mundial forzó a la mayoría de las economías al uso políticas fiscales expansivas, que obviamente incrementaron el déficit. En tercer lugar, los críticos, especialmente aquellos que fueron ministros de hacienda, no tienen en cuenta la historia de la cual venimos; se olvidan que antes de 2002 ni intentaron reformas estructurales ni la reducción de gastos, pero en cambio cedieron a la "reformitis tributaria" aumentando las tarifas de impuestos, que hoy hacen a Colombia poco competitiva en el contexto internacional.

Pero hablando de marañas tributarias, no somos los únicos en el planeta. Una nota reciente de The Economist muestra que esta situación por la que tanto se clama y se debate en Colombia es similar a la que se registra en Estados Unidos.

Señala The Economist que "el código tributario federal, que en 1913 constaba de 400 páginas, las aumentó hasta cerca de 70.000. Los estadounidenses gastan 7.600 millones de horas al año luchando con una incomprensible maraña de deducciones, vacíos jurídicos y confusos reportes requeridos... Cada año los contribuyentes piden al Congreso simplificar el sistema. Un increíble 82 por ciento de los contribuyentes está tan confundido que paga por ayuda. Cerca del 60 por ciento contrata un contador o un experto en impuestos, mientras que otro 22 por ciento usa un software de impuestos".

Lo cierto es que Colombia necesita simplificar su régimen tributario y bajar las tasas de tributación a niveles más competitivos. Esa es una tarea que no se puede perder de vista.

Futuro

martes, 4 de mayo de 2010
Publicado en el diario La República el martes 27 de abril de 2010

En Colombia Compite, un grupo de expertos de la firma 13D Research, dirigidos por Kiril Sokoloff presentó sus perspectivas sobre la senda que seguirá el mundo en las próximas décadas.

Estos temas son fuente de controversia y existen diversas opiniones. No obstante, los aportes de Sokoloff y sus colegas resultan valiosos por provenir de investigadores que llevan décadas estudiando estos fenómenos, lo que les ha dado prestigio internacional.

Según estos investigadores, en los próximos años el escenario se caracterizará, entre otros, por los siguientes elementos:

1. Aceleración de la inflación y altas tasas de interés a nivel global, junto con una burbuja especulativa en los mercados de bonos soberanos. A tal situación contribuirán los déficits fiscales de las economías desarrolladas. Como consecuencia serán cuestionados los esquemas de flotación cambiaria y las políticas de inflación objetivo.

2. El desabastecimiento relativo de combustibles fósiles, ocasionado por la creciente demanda, el estancamiento de las reservas y la reducción de las exportaciones. Las secuelas serán altos precios de las fuentes de energía e impactos negativos en el crecimiento de las economías más vulnerables.

3. El cambio climático tendrá graves repercusiones en la seguridad alimentaria de muchas naciones y el efecto sobre los precios de los alimentos golpeará a las economías más pobres. La productividad agrícola disminuirá como resultado de la creciente escasez de agua y del aumento de la temperatura.

Los escenarios lucen un tanto catastróficos, pero muchos analistas coinciden en mayor o menor medida, al señalar que estos problemas se podrían mitigar o evitar, si la humanidad adopta pronto las acciones correctivas necesarias.

Si bien es claro que Colombia no se podrá aislar, es evidente que tiene sólidas ventajas frente a otras naciones. Aún posee grandes recursos acuíferos; las reservas de petróleo han crecido, asegurando el autoabastecimiento; y cuenta con un amplio margen de crecimiento de la frontera agrícola.

Así, Colombia podría ser un jugador destacado en el comercio mundial como exportador de agua, energía y alimentos. Para hacer realidad ese potencial, se requieren decisiones tanto públicas como privadas, no sólo para amortiguar los impactos negativos, sino para no perder el crecimiento proyectado de las exportaciones de valor agregado.

Los grandes retos están ahí. ¿Cómo aprovechar esas potenciales ventajas sin sacrificar la economía no primaria y sin caer en los efectos negativos de la enfermedad holandesa? ¿Cómo frenar la deforestación indiscriminada que acaba con las fuentes de agua? ¿Cómo racionalizar el uso de las tierras aptas para la agricultura, actualmente subutilizadas en otros tipos de explotación?