Microcompetitividad

miércoles, 30 de diciembre de 2009
Publicado en el diario La República el 27 de noviembre de 2008


El tema de la competitividad viene tomando creciente importancia en el país. Las iniciativas al respecto, adelantadas desde comienzos de los noventa, se han venido capitalizando; hoy se cuenta con una visión más articulada de todos los factores que en ella inciden, se creó una institucionalidad tanto nacional como regional, y se fortalecieron las interrelaciones entre todos los agentes del proceso.

En consecuencia, los diseños de política han mejorado, existen objetivos cuantificables, con tareas concretas y responsabilidades bien definidas, como quedó establecido en el Documento Conpes 3527, de junio de 2008.

Entre las políticas definidas cabe destacar las de formalización empresarial y laboral, formación del recurso humano, logística, infraestructura, ciencia y tecnología, simplificación de trámites, incentivos al emprendimiento, profundización financiera, y transformación productiva, que tiene dos componentes: el desarrollo de sectores nuevos y emergentes, y el fortalecimiento de sectores existentes (más y mejor de lo bueno).

Pero, hay una dimensión del tema que estaba un poco refundida entre todos los documentos, lineamientos, políticas y debates: la competitividad de la empresa.

En efecto, los juiciosos análisis y los sesudos estudios, que se han elaborado en los años recientes, abordan el tema desde la macro o desde la mesoeconomía, pero poco y nada desde la microeconomía.

Ese vacío se empieza a llenar con la estrategia de transformación productiva. Por ejemplo, en el desarrollo de sectores nuevos y emergentes el enfoque predominante es la creación de un entorno adecuado para los negocios de sectores como el software y la tercerización de servicios a las empresas; pero los empresarios asumen en los planes de negocios compromisos ambiciosos de crecimiento de su producción y de sus exportaciones. Esto induce necesariamente a las empresas a mejorar su competitividad para lograr los objetivos propuestos.

El relativo abandono del enfoque micro en la discusión pública lleva a que algunos empresarios justifiquen su baja competitividad en las políticas, y no en sus decisiones individuales.

Un documento de la Fundación Ceddet de España, aplicado a las empresas del sector de turismo, señala: “Esta perspectiva analítica ha sido adoptada frecuentemente por los empresarios turísticos como fuente de sus problemas de competitividad, lo cual resulta explicable porque este tipo de argumentos tiene el atractivo de dejarles exentos de responsabilidad en el fracaso competitivo de sus empresas”.

La realidad es que la base de la competitividad de un sector, o de una región, o de una economía, es la competitividad de sus empresas. Nada saca un país con tener superautopistas, puertos modernos, y una buena formación académica de su recurso humano si las empresas no son competitivas, si no crean valor para sus consumidores, y si no logran diferenciarse de las demás.

Cuando se dice, por ejemplo, que el sector comercio tiene una baja productividad laboral con relación a la observada en Estados Unidos, se hace referencia a un promedio: hay empresas que se diferencian y pueden ser igual o más productivas que sus competidoras del resto del mundo, mientras que la mayoría se encuentra en niveles muy bajos.

Como señala Paul Krugman, en el mercado internacional no compiten los países sino las empresas. De igual forma, al interior de Colombia no son los departamentos los que compiten por el mercado de un producto.

El complemento necesario de las políticas macro y mesoeconómicas es la actitud de los empresarios para afrontar los retos que les plantea la economía globalizada. Hay empresarios que así lo han entendido y por eso hoy compiten en los mercados internacionales. Pero hay otros que mantienen la actitud de esperar a ver qué pasa. Ojalá cada vez sean más los que se contagian del virus de la competitividad de las empresas, y menos los que se infectan de pasividad.

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