“Made in the World”

jueves, 23 de junio de 2011
Publicado en el diario La República el 9 de junio de 2011


En la web de la Fundación Universitaria San Martín reseñan una conferencia sobre la política industrial en Colombia. Allí se afirma que “la desindustrialización del país es alarmante y el crecimiento de la importación de productos colombianos fabricados en el exterior es creciente. Prendas de vestir, morrales, camisas y otros productos de firmas nacionales llegan ahora de lejanos centros de producción”.

¿Esto es malo? ¿Alguien ha verificado si esas empresas exportan insumos que se suman a otros del exterior para ser procesados en un tercer país? ¿Este hecho es prueba de la carencia de una política industrial? ¿O constituye una evidencia de un presunto proceso de desindustrialización del país?

Quizás lo que hay en el fondo es el desconocimiento de un fenómeno que no es tan nuevo en el mundo, aun cuando pueda serlo en Colombia: la fragmentación geográfica de los procesos de producción. Es tan marcada esta tendencia, que en el seno de la OMC y en los medios académicos del mundo se está debatiendo su impacto en la medición de los flujos de comercio; ya no se puede medir la balanza comercial por el país de origen de un bien final, sino por el valor agregado en cada país que participa en el proceso.

En el “Informe sobre el comercio mundial 2008”, la OMC señaló: “los revolucionarios adelantos en la tecnología del transporte y (especialmente) de las comunicaciones han permitido una desintegración histórica del proceso de producción al resultar cada vez más viable y rentable para las empresas llevar a cabo distintas fases de producción en lugares dispares”.

Y en el “Informe Anual 1998”, el mismo organismo afirmó que “un número cada vez menor de productos puede producirse hoy de manera competitiva sólo sobre la base de insumos nacionales”.

En este contexto, lo que el país podría estar presenciando es la inserción de empresarios colombianos de avanzada en esta tendencia de la globalización. Las cadenas globales de valor son la expresión de la forma en que se está organizando la producción, y las empresas que no se incorporen en ellas serán crecientemente marginadas. El problema es que Colombia y la región están rezagadas, como lo evidencian los indicadores de comercio intraindustrial.

En la medida en que los productos finales no se producen integralmente en un solo territorio, sino que necesitan del concurso de empresas de varios países, aumenta el comercio mundial de insumos y bienes en proceso.

El índice de Grubel y Lloyd es utilizado para medir la intensidad del comercio intraindustrial. Cuando su valor está por encima de 0.33 indica que es alto el comercio de este tipo entre dos países y cuando está entre 0.10 y 0.33 muestra que hay un potencial no desarrollado. Las economías desarrolladas y las asiáticas de rápido crecimiento, incluyendo China, registran índices altos con sus principales socios.

En cambio, en el caso de los países de América Latina, son muy pocos los casos en los que hay un alto comercio intraindustrial. Colombia sólo lo tiene con Ecuador, y está en nivel de potencial con Brasil, Chile, Costa Rica, México, Perú, Uruguay y Estados Unidos. Con los demás países de la región el índice es inferior a 0.10.

Esos resultados muestran que aún es muy bajo el aprovechamiento de los acuerdos comerciales en la región y que es escaso el vínculo con las cadenas globales de valor. Esas “nuevas” importaciones que asustan a algunos analistas podrían ser el incipiente comienzo de ese proceso en Colombia.

En todo caso afirmar que es alarmante la desindustrialización o sugerir que esas importaciones son negativas sin aportar pruebas, no contribuye a la superación de las supuestas falencias de la política de desarrollo empresarial que se ha venido construyendo en Colombia en las últimas décadas.

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