Publicada en Portafolio el 21 de octubre de 2025
El presidente Petro anda contándole al universo que la economía colombiana tiene un sólido crecimiento, lo que demuestra el éxito de sus políticas. Pareciera que la famosa Irene y sus exóticas teorías del decrecimiento hubieran quedado relegadas a meras anécdotas.
Es cierto que el PIB creció 2,4% en el primer semestre de 2025 y que diversos analistas proyectan alrededor del 2,5% para el año completo. Pero también es cierto que pocos consideran sostenible ese crecimiento.
La pregunta relevante es cuánto ha crecido la economía colombiana durante la actual administración. Entre el tercer trimestre de 2022 y el segundo trimestre de 2025, el valor agregado total se incrementó en 4,1%. Esto representa una reducción sustancial del crecimiento en comparación con los primeros 36 meses de todos los gobiernos del presente siglo, con excepción del de Duque, que sufrió el impacto del Covid-19. Como consecuencia, el crecimiento del PIB per cápita en los mismos 36 meses de Petro apenas fue del 1,2%; en igual periodo, el de Uribe-1 fue 7,8 veces superior, el de Uribe-2 7,6 veces, el de Santos-1 9,9 y el de Santos-2 2,9, con todo y la crisis de precios del petróleo.
Además, el valor agregado del primer semestre de 2025 es inferior al de igual periodo de 2022 en industria, minería y construcción (-3,3%, -7,7% y -3,9%, respectivamente). Por si fuera poco, la inversión es menor en -9,5% y su participación en el PIB no ha dejado de caer; en el primer semestre de 2025 fue 16,9%, mientras que en el primero de 2022 fue 19.6%.
En este contexto no tiene sentido que el presidente cobre por un repunte coyuntural del PIB como resultado de sus políticas, cuando su gobierno se negó a implementar un programa de reactivación. El objetivo del decrecimiento lo evidencian las cifras comentadas, especialmente porque la construcción, el sector con mayor capacidad de generación de empleo no calificado y con el más alto efecto multiplicador, sigue en crisis por la eliminación de los subsidios a la vivienda; los principales generadores de divisas y de ingresos fiscales, como petróleo y minería, siguen en decadencia por la decisión presidencial de acabar con la producción nacional para sustituirla por importaciones (por ejemplo, gas natural); la industria no ha recuperado su nivel pre-Petro; y la inversión sigue postrada. Con estos resultados, el PIB potencial escasamente se ubica entre 2,5% y 3,0%; lejos del 4,0% que teníamos hace pocos años.
Además, la crisis fiscal y los elevados aumentos del salario mínimo están generando presiones inflacionarias, que aumentan las expectativas de incrementos de la tasa del Banco de la República y de menores tasas de crecimiento.
En fin, todo apunta al objetivo de decrecer y decrecer.