TLC Colombia – Estados Unidos: ¿Un fracaso?

viernes, 24 de julio de 2015
Publicado en la revista Fasecolda No. 160, julio de 2015

El comercio internacional de Colombia está en la picota pública por cuenta del enorme déficit comercial que se registra desde al año pasado, explicado básicamente por el comercio con Estados Unidos. Justamente por eso, hay analistas que le achacan ese resultado al presunto fracaso del TLC, que en mayo pasado completó tres años de vigencia.

Esas posiciones pasan por alto el entorno internacional y reflejan lecturas a medias de la información disponible. Un análisis más objetivo de las cifras y de los hechos muestra que no hay tal fracaso.

El comercio internacional no sirve

Al celebrarse el tercer año de vigencia del TLC de Colombia con Estados Unidos aparecieron diferentes críticas, que evidencian, una vez más, una muy particular interpretación del comercio internacional, la debilidad de los argumentos para evaluar los acuerdos comerciales y el desconocimiento de los tiempos en que se deben producir los impactos de este tipo de acuerdos.

Sobre este último aspecto, se sabe que los acuerdos comerciales no producen efectos en el corto, sino en el mediano y en el largo plazos. Esto porque los cambios más importantes provienen de procesos de reasignación de recursos en la economía. Los impactos de corto plazo se fundamentan en la estructura del comercio al momento de entrar en vigencia el acuerdo, es decir, en el aprovechamiento de las ventajas en productos que ya están en los mercados internacionales.

El análisis de Recalca (2015) señala que los efectos negativos son peor de lo esperado por los más pesimistas. Para sostener sus afirmaciones, este organismo elabora su propia visión del comercio internacional:

“El comercio es importante como mecanismo de transmisión de riqueza, pero no de creación de la misma. Si un país fabrica aviones, que otro no puede producir, el comercio libre de estos favorece a ambas naciones. Sin embargo, no se puede perder de vista que la riqueza generada, resultado de la transformación de energía, materiales y mano de obra en una manufactura, es para el país que lo fabrica, no para el que lo compra”.

Semejante argumento desconoce toda la teoría del comercio internacional que desde Adam Smith viene formulando las ganancias del comercio como el eje central del intercambio entre los países (Krugman y Wells, 2012; p. 23). Van al extremo de suponer que la importación de bienes no sirve para producir riqueza al país que los importa. Partiendo del ejemplo de los aviones que menciona Recalca, habría que preguntarse si las empresas aéreas que los compran para prestar los servicios de transporte de pasajeros y de carga no generan riqueza; o si tampoco la crean los servicios de mantenimiento de aeronaves, de los cuales Colombia es exportadora; o cómo se consideran la producción y el empleo de las empresas proveedoras de los bienes y servicios que demandan esas actividades de transporte y mantenimiento.

Contrario a los postulados de la teoría del comercio internacional que interpretan el intercambio como un gana-gana, en la visión de Recalca el intercambio entre países solo debe darse sobre bienes de igual nivel tecnológico o, en su defecto, siempre ganará el país de mayor tecnología. Si este principio se aplicara, no existiría el comercio Norte-Sur. En ese caso, los países en desarrollo no podrían adquirir los bienes de capital que no producen, y en el ejemplo de los aviones, se condenaría a la población a los métodos más arcaicos de transporte.

Lejos de tan fatalistas interpretaciones, autores como Joseph Stigliz, premio nobel de economía y connotado crítico de la globalización, enuncia que el comercio internacional juega un papel preponderante en el crecimiento de las economías. Opina este autor que la difusión de los beneficios de la revolución industrial no se hubiera realizado sin el comercio de Inglaterra con otras naciones, incluidas sus colonias; de igual forma el desarrollo de Japón se hubiera truncado:

“Es difícil imaginar que la industrialización de la era Meiji se hubiera producido si Japón no hubiese podido importar grandes cantidades de maquinaria, equipación (sic) de transporte y otros bienes de producción provenientes de Occidente a cambio de exportaciones de tejidos y juguetes baratos y otros productos que requerían uso intensivo de mano de obra” (Stiglitz y Charlton, 2007; p. 37-38).

El fracaso del TLC

Con esas ideas, Recalca muestra que el comercio de Colombia con Estados Unidos pasó de un superávit de US$8.100 millones en 2011 a un déficit de US$3.300 millones en 2014 y de US$1.200 millones en febrero de 2015; estos resultados son explicados por la caída de las exportaciones, cuyo nivel en 2014 es apenas similar al observado en 2008.

Según Recalca, “para 2014, mientras Colombia exportó 953.000 toneladas de alimentos a Estados Unidos, importó 5.100.000 toneladas desde ese país. Pero más grave es el hecho de que los principales bienes que se están comprando al país del Norte, como maíz, trigo y arroz, son productos que se pueden producir en Colombia y cuyas importaciones están reemplazando producción y empleos locales”.

Estas cifras en apariencia dan la razón al análisis de Recalca. Pero tiene tres grandes problemas. En primer lugar, ignora por completo la caída de los precios internacionales de los productos básicos y especialmente el desplome del precio del petróleo (gráfico 1). En segundo lugar desconoce el impacto de la creciente producción de petróleo en Estados Unidos sobre las importaciones que realiza del resto del mundo. Por último, solo presenta las cifras de volumen de comercio agropecuario de un año, sin contar la historia de los años anteriores.


Los dos primeros aspectos mencionados repercutieron en caídas del volumen exportado de petróleo, desde 19.6 millones de toneladas en 2011 hasta 12.8 millones en 2014; en valores la contracción fue de US$13.700 millones a US$7.600 en el mismo periodo (gráfico 2). Este es el principal factor que explica el deterioro de la balanza comercial de Colombia con Estados Unidos.


Pero ese no es un fenómeno que afecte solo a Colombia, sino a todos los países que exportan el hidrocarburo a ese mercado. Según la Energy Information Administration de Estados Unidos, las importaciones de crudo, que en 2007 promediaron los 305 millones de barriles por mes, bajaron a 223 millones en 2014.

Con relación al volumen de comercio agropecuario, hay que ver lo ocurrido en los años anteriores (gráfico 3). Las cifras muestran que en 2007 Colombia exportó a Estados Unidos 907 mil toneladas e importó 4.3 millones. Pero en los años siguientes las importaciones cayeron hasta 947 mil toneladas en 2012, porque la demora en la aprobación del TLC en el Congreso estadounidense propició el desplazamiento de ese país por productos de Canadá y Argentina. Una vez entró en vigencia el TLC, se observa una recuperación de su participación de mercado. Por lo tanto, las diferencias en volumen de comercio no se originan con el acuerdo, sino que vienen de años anteriores.


La referencia a las importaciones de trigo, maíz y arroz no pasa de ser un discurso sin asidero en la realidad. Desde hace muchas décadas Colombia es un país deficitario en trigo, de forma que al entrar en vigencia el TLC ya se abastecía con importaciones el 97% del consumo nacional.

En el caso del maíz, el país importa dos tercios de su consumo, porque la producción nacional no ha tenido la capacidad de responder a la mayor demanda que ocasionó la modernización de la ganadería, basada en el consumo de alimentos concentrados; pero no significa esto que las importaciones estén acabando con la producción doméstica, pues como lo indican los datos oficiales, entre 2012 y 2014 la producción nacional aumentó de 765 mil a 823 mil toneladas.

En el caso del arroz, los contingentes acordados con Estados Unidos representan el 3.3% de la producción, que equivale a menos de 10 días del consumo del país.

En términos generales, quitando los productos minero-energéticos, el resto de las exportaciones a Estados Unidos aumentaron durante la vigencia del TLC (gráfico 2). Las exportaciones no minero-energéticas crecieron a una tasa media anual del 5.4% entre 2012 y 2014. De ellas, las industriales crecieron al 3.2% anual y las agroindustriales al 6.3% anual.

Aun cuando los impactos más notorios de los acuerdos comerciales se dan en el mediano y en el largo plazos, como ya se anotó, cabe destacar algunos logros en el corto periodo que llevan vigentes. Según ProColombia, 434 nuevos productos colombianos se exportaron a Estados Unidos entre mayo de 2012 y diciembre de 2014. La misma fuente indica que 1.908 empresas exportaron por primera vez a ese mercado y la mayoría de ellas son mipymes.

Conclusiones

En síntesis, atribuir al TLC el deterioro reciente de la balanza comercial de Colombia con Estados Unidos no tiene ningún fundamento. Las cifras, los acontecimientos internacionales, que afectaron los precios de todos los productos básicos, y las nuevas tecnologías de producción de petróleo en ese país explican el resultado comercial.

Lo que sí es objetivo es que la bonanza de productos básicos aumentó la concentración de la canasta exportadora colombiana al mercado estadounidense; en 2012 los minero-energéticos representaron el 84.4% del total y en 2014 el 73.1%. Es hora de retomar la senda de la diversificación y de fortalecer las políticas de fomento a las exportaciones de mayor valor agregado, que son las que en el mediano y largo plazo mostrarán los verdaderos impactos del TLC.

Bibliografía

Krugman, P. y Wells, R. (2007). Macroeconomics. Second Edition. Worth Publishers, New York.

Stiglitz, J. y Charlton, A. (2007). Comercio justo para todos. Cómo el comercio puede promover el desarrollo. Taurus Alfaguara S.A. Bogotá.

Recalca (2015). “Balance de los 3 años del TLC con Estados Unidos”. 15 de mayo. Consultado el 8 de junio de 2015 en: http://www.recalca.org.co/balance-de-los-3-anos-del-tlc-con-estados-unidos/

4 comentarios:

GermanAcademia dijo...

Hay otras cifras que merecen explicación. El optimismo es bueno, pero la evaluación objetiva de la realidad podría generar mejores réditos en términos del replanteamiento o mejoramiento de la política industrial y comercial del País.
A veces, una crítica bien enfocada es más útil, oportuna y de mejor recibo, que mil halagos.
I. Participación de Estados Unidos en el destino de las exportaciones colombianas:
Año 2000: 49%
Año 2015: 25.7% (sin calificar esto de bueno o malo)
II. Participación de Estados Unidos en las importaciones colombianas:
En 1999 era 37.1%, con tendencia decreciente hasta alcanzar un mínimo de 24.1% en 2012. Justo en ese año de firma del acuerdo hay un punto de inflexión y la tendencia de revierte, hasta que en 2014 ya constituían el 28.4%.
III. Desde 1998 la balanza comercial de Colombia con Estados Unidos era superavitaria, con un tope máximo en 2011; justo en el 2012 la balanza desciende y en 2014 ya se observaba un déficit de USD 3,304 millones.
IV. Desde el año 2000 la participación de Colombia, como destino de las exportaciones de Estados Unidos, viene creciendo; pero mientras que entre el 2000 y el 2011, creció al ritmo del 0.04 puntos porcentuales, entre este último año y el 2014 dicha participación se incremento 0.09 puntos porcentuales anuales.
V. La participación de Colombia, como origen de las importaciones de Estados Unidos pasó de 0.50% en el 2007, con tendencia creciente hasta 2012, cuando registró el tope de 1.08%; justo a partir de ese año se revierte la tendencia, y en el 2014 alcanzaba el 0.78%.
VI. La política comercial e industrial de Japón supuso una estrategia de sustitución inicial de importaciones, haciendo ingeniería inversa a los productos importados. Esta labor fue realizada por el gobierno japonés. Una vez, consolidada la industria y sus exportaciones, se procedió a la privatización.
VII. La cita a Stiglitz está fuera de contexto. Esto es lo que piensa ese economista en relación con el comercio libre: "Si los negociadores crearan un régimen de libre comercio auténtico, en el que se concediera a las opiniones de los ciudadanos de a pie al menos tanta importancia como a las de los grupos de presión empresariales, yo podría sentirme optimista, en el sentido de que el resultado fortalecería la economía y mejoraría el bienestar social. Sin embargo, la realidad es la de que tenemos un régimen de comercio dirigido, que coloca por delante los intereses empresariales, y un proceso de negociaciones que no es democrático ni transparente." - See more at: http://mamvas.blogspot.com/2013/07/joseph-stiglitz-la-farsa-del-libre.html#sthash.pFFK6aX5.dpuf
VIII. El peso de los mineroenergéticos en la explicación de este fenómeno, me parece acertado; pero ello no oculta ni reduce el problema del déficit comercial y las tendencias de participación; tampoco explica las diferencias de tamaño (volumen) del comercio agropecuario, ni el peso relativo de los subsidios de Estados Unidos a la producción y comercialización de esos bienes.
Un abrazo,
Germán
(*) Lo expresado aquí es sólo de ámbito académico y no compromete la opinión de entidad pública o privada, con la que su autor tenga relación comercial o laboral.

Hernán Avendaño Cruz dijo...

Germán

Por límite de caracteres, mis opiniones van partidos en varias secciones.

Agradezco sus prolijos comentarios a mí artículo. Es evidente que el tema tiene muchas aristas y son múltiples los puntos de vista desde los que se puede analizar.

Estoy plenamente de acuerdo con su apreciación sobre las evaluaciones objetivas; es cierto que se deben dejar de lado los halagos, pero también las críticas infundadas. De paso le aclaro que el artículo no contiene halagos para nadie y es un llamado a ver las cosas como son, para no tomar decisiones equivocadas. Me parece que las críticas infundadas, con la manipulación de la información que presenta Recalca hacen mucho daño; pueden existir múltiples puntos de vista sobre los TLC, pero deben tener sólido sustento tanto teórico como empírico.

Quisiera precisar los alcances del artículo, para dejar en claro el objetivo del análisis que realicé. El tema central es una crítica a quienes afirman que las cifras recientes del comercio evidencian el fracaso del TLC de Colombia con EEUU; no quiere ello decir de ninguna manera que las cifras están mostrando el éxito del acuerdo comercial; el punto central es que un TLC no se puede evaluar en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo porque los efectos principales se dan a partir de la reasignación de recursos en la economía (si las cosas se hacen bien).

En el artículo se aborda, en primer lugar, el marco conceptual de análisis de Recalca, que es uno de los críticos más visibles no solo de los acuerdos comerciales sino del comercio internacional en general, como se deriva de la cita realizada y del artículo completo que se menciona en la bibliografía (del cual está el hipervínvulo en el blog, justamente para que el lector pueda comprobar que no se está citando fuera de contexto ni se están tergiversando las ideas del autor).

A propósito, la cita de Stiglitz se hace para mostrar que los académicos más renombrados del mundo reconocen que el comercio internacional tiene una relación positiva con el crecimiento económico; no estoy de acuerdo con su interpretación de que la cita está fuera de contexto, pues ni en esa sección ni en general en el artículo estoy discutiendo las posiciones de ese autor sobre el libre cambio; lo que estoy discutiendo es la relación comercio – crecimiento. En ninguna parte del artículo se asevera algo en relación con la posición de Stiglitz frente al tema del libre cambio; incluso se destaca que es un crítico de la globalización.

El segundo gran tema del artículo es la confrontación de la evidencia empírica con los argumentos planteados por los críticos. Su objetivo es demostrar que no se puede concluir de las cifras que el deterioro de la balanza comercial de Colombia con Estados Unidos sea consecuencia del TLC. Dados sus comentarios específicos sobre las cifras, me permito hacer unas breves anotaciones a cada una de sus apreciaciones.

I. El Índice Herfindhal-Hirschman muestra una tendencia a la diversificación de los destinos de las exportaciones, que es lo deseable. En el periodo reciente hubo una importante recomposición de los destinos de las exportaciones; además de la reducción de la participación de Estados Unidos, mencionada en su comentario, hay que anotar la pérdida de importancia relativa de Venezuela y la ganancia de Asia (en especial China y Corea), Unión Europea, Chile, Panamá y el Triángulo Norte Centroamericano. En su comentario señala que deja “sin calificar esto de bueno o malo”; en efecto, creo que el tema debe explorarse más a fondo y tener una discusión más amplia.

Hernán Avendaño Cruz dijo...

Parte 2.


II. Es válida la tendencia comentada. ¿A qué se debió ese cambio? Múltiples razones. Para empezar, la demora en la aprobación del TLC en Estados Unidos, tema que comento en el artículo, hizo que este país fuera desplazado en las importaciones colombianas de productos agropecuarios por Argentina y Canadá (lo que se evidencia en el gráfico 3 del artículo); entrado en vigencia el TLC, Estados Unidos recupera ese mercado a costa de los dos países mencionados.

Además de esto, hay productos como los derivados del petróleo cuyas importaciones se multiplicaron por 27 entre 1999 y 2014; el gran proveedor de Colombia era Venezuela (66.3% del total importado en 1999), pero desde la subida de Chávez ese país empezó a perder participación, lo que se aceleró con el problema político Chávez-Uribe (en 2014 apenas representó el 0.6% de las importaciones totales de esos productos). Parte de la caída de Venezuela fue compensada por Trinidad y Tobago, que llegó a representar el 13.1% del total importado. Pero gradualmente la mayor parte de las importaciones de derivados del petróleo fueron provistas por Estados Unidos que en 2014 representaron el 89% del total.

Podrían sumarse a estos más factores; pero es claro que si bien en el caso de los productos agropecuarios hay un efecto que podría asociarse al TLC –en el sentido de recuperar un mercado–, en el caso de los derivados hay un aumento de la demanda y la pérdida del proveedor más importante por razones políticas (Venezuela).

III. Es correcta la evolución de la balanza comercial que se comenta. Pero, este tema se explica claramente en el artículo. Si tenemos en cuenta que los minero-energéticos representaron el 81% de las exportaciones de Colombia a los Estados Unidos y que desde 2011 los precios internacionales vienen cayendo y que el principal producto de exportación (petróleo y sus derivados), que llegó a pesar el 68% de las exportaciones, tuvo una caída del 50% en su precio, es plenamente entendible el deterioro de la balanza comercial. También es evidente que eso no tiene nada que ver con el TLC.

IV. De nuevo, las cifras corresponden a la realidad, pero los aspectos mencionados en los numerales II y III contribuyen a explicar ese cambio en la dinámica.

V. Es lógico que esa disminución de la participación ocurra cuando a la vez que se caen los precios internacionales de los principales productos importados por Estados Unidos desde Colombia, ese país reduce el volumen de sus importaciones de petróleo y carbón, por el notable aumento de su producción de hidrocarburos no convencionales.

En petróleo su producción aumentó de cinco millones de barriles día en 2008 a 9.5 millones a finales de 2014; esto ha generado una caída de sus compras en el mercado mundial en alrededor de cinco millones de barriles día.

En carbón el problema es que, junto con el petróleo, Estados Unidos ha crecido su producción de gas natural y hoy en día es el principal productor mundial; con gas barato, está sustituyendo el uso de carbón para la generación de energía, con el resultado de disminuir la demanda de importaciones, además de crecer sus exportaciones, lo que contribuye a deprimir el precio internacional.

Ese es un fenómeno que está afectando a todos los países que exportan esos dos productos a Estados Unidos. Vale la pena verificar qué ha pasado con la participación de Venezuela y de Ecuador.

Hernán Avendaño Cruz dijo...

Parte 3


VI. Es acertado el comentario. Tenemos que pasar revista de las décadas en las que Colombia aplicó políticas proteccionistas sin la debida claridad como para inducir la ingeniería inversa. La pregunta es si en el mundo de hoy es posible ese tipo de políticas y cómo se podrían plasmar en concreto; el modelo de desarrollo endógeno de Venezuela tenía esa pretensión, pero evidentemente es un fracaso. Este punto me parece que debería tener una amplia discusión en el país.

VII. Este punto sobre la cita de Stiglitz ya lo comenté al comienzo.

VIII. Creo que el remate de mi artículo coincide en el tema del excesivo peso de los minero-energéticos y el problema que ello acarrea, como lo está viendo el país hoy en día, empezando por el déficit comercial. Ese déficit con Estados Unidos es estructural, tema que nadie menciona, y hace evidente la urgencia de impulsar la diversificación de la canasta exportadora. ¿Cómo hacerlo? Llevamos décadas debatiendo el tema y haciendo muchas propuestas y aplicando diversas políticas, pero pocos son los avances registrados y ciertamente no son lo que se espera de cara a los TLCs.

Germán, de nuevo mis agradecimientos por la minuciosa lectura de mi artículo y por los detallados comentarios. Creo que los debates sobre estos temas son de gran importancia para el país, especialmente en la situación actual de la economía mundial y en la que se avecina para los próximos años si se confirma la hipótesis del estancamiento secular que planteó Larry Summers y sobre la cual he escrito un par de artículos.

Cordialmente


Hernán