Lecciones de Malasia

viernes, 27 de noviembre de 2015
Publicado en Portafolio el viernes 27 de noviembre de 2015

La conferencia del malasio Idris Jala fue la más interesante en la presentación del Informe Nacional de Competitividad 2015-2016. Jala es un ministro sin cartera, que depende directamente del Primer Ministro, y es el director ejecutivo de Pemandu (Performance Management and Delivery Unit), entidad que tiene a su cargo la dirección del Programa de Transformación Gubernamental (PTG) y del Programa de Transformación Económica (PTE). Justamente, su intervención en el foro organizado por el Consejo Privado de Competitividad versó sobre la experiencia de Malasia en la concepción e implementación de estos dos programas.

Al comparar el PTE de Malasia con el Programa de Transformación Productiva (PTP) de Colombia, se observan grandes similitudes pero también notables diferencias. Los dos hacen parte de la política industrial del respectivo país. Se asemejan en el propósito de incrementar la productividad de un grupo determinado de sectores, que contribuirán a un mayor crecimiento del PIB, a la generación de empleo y a la diversificación de la canasta exportadora. Además, no ofrecen subsidios ni protección arancelaria ni conceden ventajas especiales; su fundamento es el trabajo conjunto de los funcionarios públicos y privados para identificar y eliminar las barreras que impiden el desarrollo sectorial.

Las grandes diferencias que hay entre los dos programas son el grado de importancia que se les da y el tipo de liderazgo con que se ejecutan. En Malasia, el PTE junto con el PTG tienen gran relevancia en los objetivos macroeconómicos, que se orientan a alcanzar en 2020 el INB per cápita de los países de ingresos altos, generar 3.3 millones de empleos y lograr una inversión US$444 mil millones.

El PTE y el PTG dependen directamente del Primer Ministro, quien al comienzo de cada semana se reúne con el director de Pemandu para evaluar los avances y las dificultades. Además, cada ministro debe rendir cuentas directamente al Primer Ministro sobre la ejecución anual de las tareas asignadas en el marco de estos programas; después su evaluación se hace pública.

A diferencia del caso malasio, en Colombia el PTP parece cada vez más relegado. Su creación en el MinCIT ha debido evolucionar para convertirse en un instrumento manejado por la Presidencia de la República, y con la gerencia de un ministro de la competitividad o de la transformación productiva.

Al no darle la relevancia requerida y dejarlo como un apéndice de Bancoldex, perdió el protagonismo que debería tener para el crecimiento económico. Muchas de las buenas ideas y de los diagnósticos de los problemas que aquejan a los sectores del programa se frenan porque el PTP no tiene la jerarquía para imponer tareas a los ministerios o a las entidades públicas de diferente nivel que no dependen del MinCIT. En consecuencia los avances del programa y de los sectores son muy lentos; esto, a su vez, evidencia por qué carece de sentido la propuesta de un ministerio de industria.

Como afirma Jala: "…la gente realmente conoce las soluciones. Las buenas ideas ya están ahí, y la gente conoce esas ideas, pero la razón por la que no nos movemos de las ideas a los resultados es porque hay obstáculos técnicos, políticos y administrativos en el sistema”. En Malasia el Pemandu puede superar esos obstáculos; en Colombia el PTP, no.

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