La reforma tributaria del futuro

viernes, 19 de diciembre de 2014
Publicado en Portafolio el 19 de diciembre de 2014

Pasó la Reforma Tributaria 2014 para financiar el hueco de 53 billones de pesos del periodo 2015-2018. Con ello se logró la solución a las urgencias presupuestales, pero no se avanzó ni un ápice hacia una estructura tributaria más acorde con el mundo en que vivimos.

La simple enumeración de las características más sobresalientes del sistema tributario de Colombia evidencia la necesidad de un cambio de fondo:

- La recaudación de impuestos es baja. Se estima en el 17 por ciento del PIB, mientras que en las economías de la Ocde supera el 30 por ciento.

- La tasa de tributación empresarial es la sexta más alta del mundo: 75,4 por ciento de las utilidades de una empresa mediana.

- Los umbrales del impuesto de renta son altos, por lo que apenas el 2 por ciento de la población lo paga. Según Christian Moller (2012), del Banco Mundial, en 2011 “solamente 640.000 personas pagaron el impuesto sobre la renta de entre una población adulta cercana a los 37 millones de personas”.

- El Banco Mundial (2012) calcula que las exenciones y exclusiones en renta e IVA representan el 4,5 por ciento del PIB (cerca de 32 billones de pesos en 2013).

- Según Juan Ricardo Ortega, exdirector de la Dian, la tasa de evasión del IVA es del 35 por ciento y la de renta del 50 por ciento, con lo que calcula que se dejan de recibir impuestos por un monto entre 35 y 40 billones de pesos.

- El efecto redistributivo del gasto público es bajo porque en Colombia se subsidia más a los ricos que a los pobres. El Gini antes y después de la política fiscal se mantiene en 0,54, mientras que en países como Gran Bretaña pasa de 0,52 a 0,34.

-Más de $40 billones se pagarán en pensiones en el 2015 con cargo al presupuesto nacional; casi lo mismo que vale el proyecto de autopistas 4G que será realizado en varios años.

-Steiner y Cañas (2014) reseñan que, en esas pensiones “el 97 por ciento de los subsidios va a los dos quintiles más ricos, mientras que los dos quintiles más bajos no reciben absolutamente nada”.

Con estos elementos, resulta más que obvia la síntesis que hizo la Ocde (‘Colombia: evaluación económica 2013’): “El sistema tributario colombiano recauda poco, crea distorsiones por medio de las diversas desgravaciones, regímenes especiales y tasas marginales relativamente altas, y la redistribución es baja o inexistente. Además, es un régimen complejo que genera altos costos administrativos y de cumplimiento, así como una amplia elusión y evasión de impuestos”.

Hay que entender que una cosa es esa estructura tributaria en la economía cerrada que seguimos siendo, como lo demostró un estudio reciente del Banco de la República, y otra muy distinta en la economía que por fin se está abriendo, por fuerza de los TLC; esas distorsiones se convierten en un lastre para la competitividad.

Si bien es cierto que una reforma estructural total no es viable de la noche a la mañana, también es verdad que dar un pasito cada cuatro años no es lo más afortunado; de seguir a ese ritmo, habrá que aplicar al país la famosa frase de Keynes: “en el largo plazo, todos estaremos muertos”.

Así que lo mejor será retomar la senda de las reformas estructurales, y entre más pronto, mejor.

Nuevo mundo petrolero

lunes, 15 de diciembre de 2014
Publicado en la revista MisiónPyme No. 81 de diciembre de 2014 - enero de 2015

Los cambios estructurales del mundo petrolero tendrán profundas repercusiones. La causa fundamental es la nueva tecnología de producción de petróleo y gas natural conocida como “fracturamiento hidráulico” o fracking, que permite la extracción de estos hidrocarburos que se encuentran “atrapados” en rocas de esquisto a grandes profundidades. De ahí que se mencionen como “gas de esquisto” y “petróleo de esquisto”.

Por ahora, los hidrocarburos de esquisto se están produciendo en EE.UU. y Canadá, pero también se han detectado grandes yacimientos en países como China, Brasil, Argentina y varios de Europa.

El auge de Estados Unidos

EE.UU. ya está viviendo la “revolución del shale”. La producción de crudo declinó continuamente de un máximo de 10 millones de barriles/día en 1970, a 4.5 millones en el segundo semestre de 2005. Con el petróleo de esquisto, la producción creció aceleradamente hasta 8.7 millones en agosto de 2014 y va camino a un nuevo récord en poco tiempo.

Las importaciones de ese país bajaron de 455 millones de barriles/mes en agosto de 2006 a 288 millones en agosto de 2014 (-36.7%) y se espera que en pocos años logre el autoabastecimiento.

La producción de gas alcanzó el nivel más alto de la historia de EE.UU. y recientemente desplazó a Rusia como primer productor mundial. Además, su precio bajó notablemente. Hasta hace unos pocos años el precio en el país norteamericano era superior al de Europa y Japón (en 2005 fue más alto en 47.2% y 24.4%, respectivamente). En 2014 es, en promedio, el 43.7% del europeo y 26.3% del japonés.

“Guerra del petróleo”

Desde junio de 2014 los precios del petróleo bajaron en picada y ya están por debajo de los US$80/barril, debido a la mayor oferta y a la baja reacción de la demanda. La oferta crece por el aumento de la producción de Estados Unidos, la recuperación de Libia y el bajo efecto de las sanciones a Rusia, por la dependencia que tiene la Unión Europea del petróleo y el gas de esa nación asiática.

El mundo esperaba recortes de la producción de la OPEP para contener la caída de los precios. Esa decisión no se ha tomado y, al parecer, se inició una “guerra del petróleo” en la que los miembros dominantes de esa organización buscan la caída de los precios hasta el nivel en que la producción de petróleo de esquisto no sea rentable.

La batalla no será fácil, pues cerca del 60% de la producción mundial es de los países no-OPEP, incluidos EE.UU., Rusia, Noruega, Canadá, Kazajstán, Azerbaiyán, México y Brasil, que son grandes productores. De ellos, solo EE.UU. no es un gran exportador de crudo, pero próximamente retornará a este mercado. De esta forma, la “guerra” puede llevar a un escenario que nadie preveía, con precios incluso inferiores a US$60.

Otras consecuencias

Como ocurre con diversas variables económicas, los cambios en el mundo petrolero tendrán implicaciones positivas para unos y negativas para otros.

Sin duda, el gran ganador es EE.UU. La reducción de los precios del petróleo y del gas baja los costos de producción de las empresas y mejora su competitividad relativa. El abaratamiento de los abonos y fertilizantes, repercute en menores precios de los alimentos a los consumidores. La consecuente moderación de los precios de manufacturas y alimentos, sumada a la contracción de los precios de la gasolina y el gas de uso doméstico, incrementan el ingreso disponible de las familias y consolidan la recuperación de la economía. Otros resultados de interés para este país son la reducción del déficit comercial y la pérdida de relevancia estratégica del Medio Oriente.

Varios de los beneficios mencionados se extenderán a todas las economías, especialmente a las importadoras de energía.

Los perdedores serán los exportadores de energía en los que la balanza de pagos y las finanzas públicas tienen alta dependencia de esos recursos. El impacto no solo lo sentirán los que exportan petróleo y gas, sino también los de carbón, pues está siendo sustituido por gas, que es más barato y menos contaminante.

Es alto el riesgo de inestabilidad fiscal en las economías dependientes de la producción y exportación de energía. Los principales miembros de la OPEP proyectaron sus presupuestos con precios del petróleo superiores a los US$90; incluso Venezuela lo hizo con US$120 e Irán con US$135.

Impactos probables en Colombia

Colombia tiene alta dependencia del petróleo en las exportaciones y en las cuentas fiscales; además las reservas dan para apenas seis o siete años. En carbón, pese a las altas reservas, se enfrenta un precio internacional bajo y la creciente sustitución por gas natural.

En 2013 los minero-energéticos representaron el 72% de las exportaciones totales. Es evidente que si se mantiene la tendencia a la baja de los precios de la energía, el déficit comercial tenderá a volverse estructural y será necesario un ajuste de las importaciones y de la tasa de cambio para mantenerlo en niveles razonables.

No es menospreciable el impacto fiscal de los bajos precios del petróleo. El Marco Fiscal de Mediano Plazo tiene un supuesto de US$98/barril para 2015 y estima que cada dólar de variación del precio impacta en $420.000 millones el presupuesto.

Un estudio reciente de Hernando José Gómez plantea un escenario pesimista con desplome del precio del petróleo a US$60. Esto propiciaría una caída del PIB de -2.6% en 2016, reducción de los ingresos fiscales de -1% del PIB anual, aumento del desempleo a 11.6% y crecimiento de la pobreza de 29% a 34%, entre otros.

Ese estudio es un campanazo de alerta para que las autoridades económicas prevean la reacción frente a un escenario que hace unos pocos meses se consideraba inviable, pero que hoy tiende a volverse realidad.

Afortunadamente, el buen manejo de las finanzas públicas y de la política monetaria es un patrimonio de la economía colombiana, que brinda la capacidad de respuesta para amortiguar esos impactos. Esperemos que primen los efectos positivos sobre los negativos.