Desindustrialización y complejidad

jueves, 24 de noviembre de 2011
Artículo publicado en La República el 24 de noviembre de 2011

Mucho se ha discutido en el presente año sobre el fenómeno de la desindustrialización, entendido como la tendencia a un menor peso relativo del sector industrial en el PIB.

Sin desconocer la existencia de tal fenómeno en el largo plazo, es necesario controvertir la lectura simple del indicador. No es razonable sacar conclusiones de su magnitud, sin tener en cuenta los aspectos metodológicos de fondo, pues si la desindustrialización es un tema relevante, con más razón hay que medirlo correctamente.

Tampoco es adecuado hacer el análisis tomando los extremos, sin tener en cuenta la historia intermedia. Las cifras del Dane muestran que la participación de la industria creció en el PIB en 0.6 puntos porcentuales entre 2000 y 2007; luego cayó como consecuencia de la crisis mundial y del cierre del mercado venezolano. Los extremos “comprueban” la desindustrialización, ignorando que obedece a factores coyunturales; pero la historia muestra un reciente proceso de reindustrialización, que podría ser atribuido a las políticas públicas.

Hay analistas que insisten en la necesidad de emular el modelo de política industrial de Brasil. Es posible que sea un caso exitoso, pero deberían reconocer que según el indicador de desindustrialización con el que miden el desempeño industrial de Colombia, no lo es.

Siguiendo la metodología de máximo y mínimo, sin descontar los efectos de metodología, en Brasil el peso de la industria ha caído en 19 puntos porcentuales (34.6% en 1982 y 15.4% en 2007). Por contraste, para Colombia la reducción es de 11 puntos.

Además, en la región hay economías que se “desindustrializan” en mayor medida que Colombia: Argentina pierde 24 puntos porcentuales, Chile 17 puntos, Uruguay 16, Perú 15, y Costa Rica y Bolivia 12. En el otro extremo están El Salvador, Panamá y Paraguay como las economías en las que menos pierde participación la industria. ¿Serán esos los modelos a seguir?

Puesta la discusión en estos términos, no se puede colegir que la política industrial aplicada en el vecindario sea mejor que la de Colombia. Es necesario ser más objetivos y dejar de lado el pesimismo en los análisis de lo que se hace en el país; es válido ensalzar lo que otros dicen y hacen, pero midiéndolos con el mismo rasero, y acudiendo a mediciones externas como referencia para compensar los sesgos internos.

Por ejemplo, se podría empezar a mirar el mundo bajo la óptica del Atlas de Complejidad Económica, liderado por Ricardo Hausmann de la Universidad de Harvard y César Hidalgo del MIT. Según los autores, “es un intento por medir el volumen de conocimiento productivo que cada país tiene”; éste se plasma en la complejidad de su comercio y de su estructura productiva, así como en el potencial de crecimiento.

Es una propuesta creativa para entender la dinámica de las economías con una metodología diferente, que, según los autores, tiene mayor capacidad de predicción del crecimiento futuro que los rankings globales de competitividad.

Los resultados sorprenden, pues en América Latina, después de México, las economías con más alto potencial de crecimiento en la próxima década son Costa Rica y Panamá. En los puestos cuatro y cinco entre los 21 países de la región están Brasil y Colombia, y en el ranking global sólo están separados por dos puestos (52 y 54, entre 128 países, respectivamente).

En términos de los autores, los dos países tienen niveles similares de complejidad económica y de habilidades cognoscitivas. Incluso en el crecimiento esperado del PIB per cápita para 2020 Colombia se ubica mejor que Brasil (36 y 48, respectivamente).

El Atlas es un indicador complejo, pero bien merece un estudio a fondo para ver por qué nos parecemos más a Brasil de lo que en nuestro medio queremos aceptar.

Más sobre desindustrialización

miércoles, 23 de noviembre de 2011
Publicado en Ámbito Jurídico el 14 de noviembre de 2011

Hace unos días se realizó el lanzamiento del libro “Hacia una política industrial de nueva generación para Colombia”, escrito por Astrid Martínez y José Antonio Ocampo, con el auspicio de la Coalición para la Promoción de la Industria Colombiana.

En el capítulo III revisan el tema de la desindustrialización, que ha vuelto a ser tema de debate desde el primer semestre, cuando se aseveró que este fenómeno era consecuencia de la carencia de una política industrial en el país.

En el capítulo se afirma que la pérdida de participación de la industria en el PIB puede ser el resultado de varios factores: la tendencia estructural del desarrollo, en la que pierden participación la agricultura y la industria y la ganan los servicios; el notable crecimiento del sector minero–energético, que aumenta el peso relativo de la minería; y la tendencia a la tercerización de parte de las actividades de las empresas industriales, que pasan a contabilizarse en el sector de servicios.

A esa enumeración, habría que sumarle factores como el aumento de la competencia internacional, que menciona Dani Rodrik (“The Manufacturing Imperative”) para el caso de Estados Unidos, o hacer explícito el cambio tecnológico dentro de la tendencia estructural, dado que repercute en aumentos de la producción con menos empleo y menor participación en el PIB (caso similar a lo que aconteció con la agricultura).

Aun cuando los autores señalan que el cambio de metodologías o de año base de la contabilidad nacional es un tema secundario, hicieron su propio cálculo unificando series. Encontraron que “esto explica que la participación de la industria en el PIB presentada para 1974 sea 18.54%, y no el 24.47% que se obtendría por el cálculo directo utilizando las Cuentas Nacionales base 1975”. Por lo tanto, la metodología genera cerca de seis puntos porcentuales de diferencia en un solo año.

La desindustrialización que estiman apunta a una caída de seis puntos en la participación de la industria en el PIB si se comparan 1974 y 1999 o cuatro puntos si la comparación se hace con 2007. Este es un gran avance frente a los 10 puntos que tradicionalmente se menciona y muestra que la metodología no es tan secundaria; indica, nada más y nada menos, que ese factor “infla”, en el primer caso, en cerca del 70% el cálculo de la desindustrialización.

Hay un aspecto adicional para comentar sobre el tema: se debe evitar que la coyuntura sea interpretada como un problema estructural. Tal riesgo lo hay en el caso de la comparación que hacen los autores de la desindustrialización de Brasil con la de Colombia durante la última década.

Señalan que la participación de la industria en el PIB de Brasil cayó del 19.2% al 15.8% entre 2004 y 2010 “y representa en la actualidad tan solo el 39% del valor de sus exportaciones, cuando anteriormente era el 55%”. “En Colombia, en el mismo período, la producción industrial pasó del 14.2% en 2004 al 13.7% en 2010 como porcentaje del PIB, y las exportaciones no tradicionales pasaron de 54.2% en 2004 al 33.6% en 2010”.

Lo primero que salta a la vista es la diferencia de magnitudes, pues en el país vecino la reducción es de 3.4 puntos porcentuales, mientras que en el caso colombiano apenas fue de 0.5 puntos porcentuales. Esto es interesante porque se ha tendido a ensalzar la política industrial de Brasil y a sugerirla como el modelo a seguir en Colombia.

Lo segundo, es que en el caso del PIB de Colombia la industria creció su participación desde 13.6% en el 2000 hasta 14.2% en 2007 y luego la redujo a 13.7% en 2010. Como se recordará, la crisis mundial ocasionó una drástica caída de la producción industrial del país, mientras que en otros sectores se registró una desaceleración moderada; esto explica su pérdida de participación en el PIB. Por lo tanto, no es posible inferir si esta reducción será permanente o transitoria.

Tercero, con relación a las exportaciones industriales ocurre algo similar, pues además de sufrir un impacto negativo por la crisis mundial, las afectó el cierre del mercado de Venezuela.

Cuarto, las exportaciones industriales han perdido participación por un fuerte efecto precio de los productos primarios. En ese contexto, hay que destacar la dinámica excepcional registrada por las exportaciones industriales en las dos últimas décadas, pues, a pesar del escaso aumento de los precios, mantienen su tendencia ascendente por un efecto volumen.


En síntesis, los autores del libro aportan varios elementos para entender el fenómeno de la desindustrialización en Colombia, y no señalan entre los factores explicativos la ausencia de una política industrial. Es necesario seguir explorando las causas efectivas de la menor participación en el PIB, qué tanto explica cada factor y cuál es el papel de las exportaciones.

Exportaciones industriales

viernes, 11 de noviembre de 2011
Publicado en el diario La República, el 10 de noviembre de 2011


Ante la probable aparición de enfermedad holandesa en el país, como consecuencia de una bonanza de productos básicos, surge la preocupación sobre lo que puede ocurrir con las exportaciones de bienes industriales. En los agropecuarios los efectos serían menores porque podrían ser beneficiados por los altos precios internacionales en los próximos años.

El gobierno ha sido precavido: tramitó en el Congreso la reforma a las regalías, para crear fondos de ahorro de parte de los recursos de una probable bonanza minero–energética; el país cuenta con una ley de responsabilidad fiscal; y recientemente se aprobó la ley de regla fiscal.

En ese contexto, convine evaluar cómo han evolucionado las exportaciones industriales de Colombia, pues sería de presumir que ya se han empezado a deteriorar por efecto de la presunta desindustrialización, por la revaluación y por la desaceleración de la economía mundial.

Las exportaciones industriales vienen perdiendo participación en el total exportado tanto en volumen como en valores, desde antes de la crisis mundial. El valor exportado (excluyendo los derivados del petróleo) representó un máximo del 42.7% en 2001, y en 2010 apenas fue el 24.4% de las exportaciones totales. En volumen alcanzaron un máximo del 6.7% en 2002 y bajaron al 4.1% en 2010.

¿Estos resultados se relacionan con la desindustrialización? No parece tal, pues si bien pierden participación en el total, tanto el valor como el volumen de las exportaciones de este sector tienen una tendencia creciente que sólo se ve interrumpida por la crisis mundial.

El valor de las exportaciones industriales creció continuamente desde 1991 (6.3% anual) y su ritmo se aceleró en el periodo 2004-2008 (18.2% anual). En los dos años siguientes se redujeron como consecuencia de la crisis mundial y del cierre del mercado de Venezuela.

Es evidente el impacto de Venezuela tanto en la notable dinámica hasta 2008, como en la caída en los años 2009 y 2010. Sin incluir ese mercado, las exportaciones industriales ya sobrepasaron el monto exportado del 2008, mientras que incluyéndolo apenas lo harán este año.

En términos de volumen las exportaciones muestran un comportamiento diferente al del valor, pues el mayor dinamismo se registró entre 1991 y 2003 (11.1% anual), mientras que en el periodo 2004-2008 fue más moderado (2.9% anual), registrando el máximo en 2007. Posiblemente la reducción refleje el impacto de la apreciación de la tasa de cambio, especialmente cuando se hace el análisis descontando a Venezuela, dado que desde 2006 se empezó observar una caída. En ambos casos, no se ha recuperado el volumen exportado, pero la evolución reciente permite esperar que sin el mercado vecino al cierre del presente año se alcance el nivel precrisis.

En las dos últimas décadas el índice de volumen muestra que desde 1991 las exportaciones industriales han crecido más que las exportaciones primarias, y que productos como el petróleo, los derivados del petróleo y el café.

En cambio el índice de precios implícitos indica que los industriales son precisamente los que menos han crecido, mientras que los de derivados del petróleo registran el mayor aumento.

En síntesis, las exportaciones industriales han tenido un desempeño notable durante las últimas décadas tanto en valores como en volumen. Sin embargo, pierden participación en el total exportado porque hay fuerte efecto precios en los bienes primarios, que no alcanza a ser compensado por el efecto volumen de las exportaciones industriales.

No obstante, es preciso hacer un seguimiento estrecho de su evolución para ver si la tasa de cambio está afectando el volumen exportado y neutralizar los impactos negativos que pueda generar en él una bonanza minero-energética.