Informalidad y productividad

jueves, 30 de septiembre de 2010
Artículo publicado en el diario La República el 30 de septiembre de 2010

La productividad laboral relativa de Colombia repuntó entre 2003 y 2008. Este indicador, que muestra el valor agregado por trabajador de un país con relación al obtenido por uno de Estados Unidos, cayó de 32 a 24 por ciento entre 1989 y 2003; a partir de ese año se recuperó y llegó a 28 por ciento en 2007, tuvo una ligera corrección a la baja en 2008 y cabe esperar una reducción adicional en 2009, por cuenta de la crisis mundial.

Se deduce, que aún con el repunte reciente, la productividad del país, lejos de converger con la de Estados Unidos, se distanció. Comportamiento similar se registró en las principales naciones de América Latina; sin embargo, Colombia es de los países que menos redujo este indicador.

El contraste son las economías asiáticas en vías de desarrollo. Tanto en los “tigres” antiguos como en los nuevos su productividad laboral relativa ha crecido más que la de Estados Unidos, con lo cual están cerrando la brecha.

Colombia todavía registra una productividad laboral mayor que la de países como China, India, Indonesia, Tailandia y Vietnam. Pero, con los resultados comentados, las distancias se están cerrando aceleradamente.

Con relación a la productividad total de factores, según Fidel Jaramillo, del BID, “mientras que los países de Asia Oriental más que duplicaron su productividad en los últimos 50 años, América Latina la ha reducido y Colombia apenas la ha aumentado”.

Aun cuando son múltiples los factores que explican este rezago y sobre el tema hay una abundante literatura, es aceptado que la informalidad tiene una estrecha relación con la productividad.

El actual ministro de la Protección Social afirmó en un estudio que no es fácil establecer si la relación causal es la alta informalidad explicada por la baja productividad, o ésta como una resultante de la primera (“Informalidad empresarial en Colombia”). No obstante, según Santa María “es evidente que la puerta de entrada al sendero de una mayor productividad es una reducción en la incidencia de la informalidad”.

Los trabajos de la consultora McKinsey & Company apuntan en esa dirección. Estiman que la productividad laboral en Colombia es el 20 por ciento de la de Estados Unidos; pero la del sector formal es del 41 por ciento, mientras la del informal, que absorbe el 58 por ciento de la fuerza laboral, es apenas del seis por ciento.

Dado que el trabajo formal es siete veces más productivo que el informal, es evidente el impacto positivo que tendría el país en competitividad, empleo y crecimiento si logra reducir la informalidad. Se trata de un monstruo de mil cabezas, pero hay que combatirlo para alcanzar e incluso superar las metas del gobierno de 2.4 millones de empleos nuevos y 500 mil informales menos.

A tergiversar, a tergiversar

jueves, 23 de septiembre de 2010
Publicado en Ámbito Jurídico No. 306 del 20 de septiembre al 3 de octubre de 2010

El Diccionario de la Real Academia Española define “crítica” en los siguientes términos: “juzgar de las cosas, fundándose en los principios de la ciencia o en las reglas del arte”. En ese sentido, es un mal necesario, especialmente cuando de ciencias sociales se trata; frente a un problema o a una propuesta suelen existir diversas interpretaciones y de ahí nace la posibilidad de opiniones alternativas.

Pero en nuestro medio, no siempre las críticas se fundamentan “en los principios de la ciencia”, sino en el deseo de ridiculizar al otro. En ese propósito, con frecuencia se pierde el rigor y se da paso a los juicios de valor que tanto gustan a la galería.

Un artículo reciente se enfoca en criticar lo que el autor denomina “el paraíso de la confianza inversionista: sin controles de ninguna especie a los capitales”.

Para sustentar tal hipótesis, se enuncia que entre 1991 y 2009 los ingresos netos en la cuenta de capital y financiera de la balanza de pagos sumaron 66.180 millones de dólares; a renglón seguido se compara esa cifra con las salidas de recursos por la cuenta corriente, en los siguientes términos: “la renta neta factorial (en esencia ingresos y egresos netos de utilidades) que como en el caso de la cuenta de capitales corresponden en más del 95% a flujos de dinero de las empresas multinacionales, fue para el mismo periodo de 70.602 millones de dólares”.

Las conclusiones que el autor no hace explícitas, pero hábilmente sugiere, son fuertes. Deja en el aire la idea de que la inversión extranjera se llevó por sólo utilidades mucho más de lo que invirtió y, además, mantiene en activos físicos el capital ingresado a la economía.

Entre los errores del análisis mencionado, sobresale el desconocimiento del contenido de las cuentas de capital y de renta de los factores de la balanza de pagos. No se tiene en cuenta que la primera resume todos los movimientos de capital de los residentes en Colombia con el resto del mundo y no exclusivamente los correspondientes a la inversión extranjera; y que la segunda incluye los flujos de intereses, además de los de utilidades y dividendos.

Para el análisis que sigue, se utilizan las cifras acumuladas del periodo 1994-2009, dado que los años anteriores no son comparables por el cambio de metodología de la balanza de pagos.

La base de la crítica es endeble, por la lectura errada del saldo de la renta de los factores. El acumulado neto de esta cuenta asciende a 65.223 millones de dólares; pero el autor no comenta que el 43% de ese monto (28.169 millones de dólares) corresponde a intereses netos por inversiones (como las reservas internacionales) y deudas, tanto del sector público como del sector privado. Es claro que este rubro no tiene nada que ver con la inversión extranjera.

El otro rubro de la renta de los factores es el de utilidades y dividendos, que registró un acumulado neto de 37.172 millones de dólares. Sin embargo hay un detalle que el crítico pasa desapercibido: ese saldo incluye la reinversión de utilidades; la metodología de la balanza de pagos establece que esos recursos se contabilizan como una salida en la cuenta corriente, pero a la vez como un aumento de la inversión extranjera directa en la cuenta de capital. De esta forma, el neto real que salió del país por este rubro es el 42% de la renta de factores.

Con relación a la cuenta de capitales, los 64.098 millones de dólares (entre 1994 y 2009) son el neto de la inversión extranjera y del endeudamiento tanto público como privado. Y la primera, ascendió a 88.461 millones de dólares, de los cuales el 80.4 por ciento fue directa y el resto de cartera.

Lo anterior demuestra que la salida de capitales por dividendos e intereses es 58 por ciento menor a la mencionada por el autor, mientras que la correspondiente a inversión extranjera es superior en 38 por ciento. De esta forma, los dividendos (27.475 millones de dólares) son muy inferiores a la inversión (88.461 millones de dólares).

Para rematar, no se tiene en cuenta que los dividendos y utilidades remitidos están relacionados con un stock de capital. Si el autor de la crítica fuera dueño de un inmueble que arrienda ¿Qué haría cuando el flujo de los ingresos igualara el valor de la inversión? ¿Ya el activo no tendría ningún valor? ¿Por qué un inversionista extranjero no podría obtener en el largo plazo un flujo de ingresos superior al valor que invirtió? ¿Sobre qué bases funcionaría entonces la acumulación de capital?

En síntesis, en cualquier análisis de la inversión extranjera, así se hayan girado todas las utilidades –cosa poco probable por las necesidades de reposición de activos, de ampliación de plantas y mejoras de tecnología–, los críticos deberían tener en cuenta que el país receptor gana en empleos directos e indirectos; en demanda de insumos, productos y servicios a otras empresas; en la potencial transferencia de conocimientos y en el posible aumento de las exportaciones. Además, en un ejercicio estadístico, por simple que sea, no se puede perder el rigor ni olvidar las metodologías de los indicadores.

Offshoring gráfico

sábado, 18 de septiembre de 2010
Publicado en el diario La República el jueves 16 de septiembre de 2010.

La semana anterior, en el marco de Colombia Gráfica, evento organizado por Andigraf, se analizaron las diversas tendencias del sector de la comunicación gráfica.

Uno de los fenómenos que está afectando esta industria en el mundo es el offshoring, que desplaza la elaboración de algunos productos hacia países con menores costos laborales. ¿Puede la industria colombiana aprovechar la situación y sacar ventaja o, por el contrario, sucumbirá ante la creciente competencia por calidad y precio?

Según el investigador Frank Romano (“
The Dichotomies of the Global Printing Industry”), puesto que “el papel y la mano de obra son la mayor parte de los costos de impresión, cualquier impresor en un país con ventaja en esas dos áreas, tendrá una sólida posición tanto a nivel local, como global”.

Con relación al insumo básico, el papel, Colombia produce parte de lo que demanda la industria y exporta al resto del mundo un monto que en 2009 bordeó los 550 millones de dólares.

Pero el país importa otros tipos de papel. En este caso, los TLC contribuirán en un tiempo muy corto a la reducción de los costos de producción. En los tratados con Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea se logró la desgravación inmediata o a cinco años de la mayoría de partidas de papeles y cartones importados, que actualmente tienen aranceles entre el cinco y el veinte por ciento. Adicionalmente las importaciones desde Chile ya no tienen este gravamen.

Con relación al costo laboral, el colombiano es más elevado que el de China, el gran competidor en offshoring, pero las distancias se están acortando. La escasez de mano de obra calificada en ese país, los crecientes cargos de la seguridad social y la revaluación de la moneda contribuyen a esa tendencia. Según J.P. Morgan, los salarios han crecido desde el año 2000 a tasas anuales superiores al doce por ciento, con una inflación promedio inferior al tres por ciento. Mientras que el
Bureau of Labor Statistics calculó que el salario por hora en la industria china era de 0.66 dólares en 2002, The Economist lo estimó en 1.89 dólares en 2010. En Colombia, no hay un cálculo reciente, pero puede estar empezando a superar los tres dólares por hora.

A la reducción de la brecha en los costos salariales, hay que adicionarle la ventaja del país en competitividad laboral y el menor número de días que toma un barco en llegar a Estados Unidos.

Con estos elementos, Colombia cuenta con el potencial para atraer una porción importante de los cerca de 500 mil empleos de la industria gráfica que podrían salir desde Estados Unidos por efecto del offshoring. Es una interesante perspectiva que anima a mantener el entusiasmo de esta industria en su objetivo de convertirse en un sector de clase mundial.

Efecto Canadá

jueves, 2 de septiembre de 2010
Publicado en el diario La República el 2 de septiembre de 2010


Canadá está de moda por cuenta del TLC negociado con Colombia. Su aprobación en el Parlamento de ese país; la declaración de exequibilidad de las secciones comercial, laboral y ambiental por parte de la Corte Constitucional; la visita del Ministro de Comercio, Peter Van Loan, la semana anterior; y la posibilidad de que el tratado entre en vigencia a comienzos de 2011, han aumentado las expectativas de los empresarios y de los analistas.

Además de los beneficios previstos, este tratado podría tener unos efectos complementarios para el país. Por ejemplo, inducir al Congreso de Estados Unidos a sacar del congelador los TLC pendientes de su aprobación. El generador de esa reacción puede ser lo que los economistas denominan la desviación de comercio.

La desviación de comercio se genera de la siguiente forma: Supongamos que el país A tradicionalmente ha importando un producto del país C, que ofrece el menor precio del mercado internacional porque es el más eficiente. Pero ahora, en virtud de un acuerdo comercial que firmó con B, prefiere importarlo de este país, que obtiene una ventaja sobre su competidor al no pagar aranceles.

En el caso que nos ocupa, Canadá y Estados Unidos tienen niveles de productividad similares, pero el primero obtendrá una ventaja con la desgravación negociada. Si bien es cierto que Colombia representa una porción minúscula de las exportaciones de los dos países, desde el punto de vista de las empresas, los montos en juego no son despreciables.

Un ejercicio sencillo –tomando únicamente la canasta de desgravación inmediata y excluyendo los productos para los que Colombia ya tiene arancel cero–, indica que la desviación de comercio en el corto plazo podría ser superior al 40 por ciento. Aplicado a las importaciones de 2009, serían 3.800 millones de dólares, monto más que suficiente para estimular a las empresas canadienses a sustituir a las estadounidenses.

¿Funciona la desviación de comercio? La evidencia muestra que sí. Las importaciones colombianas de trigo desde Argentina pasaron del dos por ciento del total en 2002 a 21 por ciento en 2009; las de cebada de cero a 58 por ciento en el mismo periodo; y las de maíz de 10 a 29 por ciento; además en este último caso las provenientes de Brasil aumentaron de cero a 26 por ciento. ¿Causa? Evidente: Can-Mercosur; ¿perdedores? Estados Unidos en trigo y maíz, y Australia en cebada.

En algunas esferas estadounidenses entienden el problema. Un estudio sobre el impacto en la agricultura de ese país destaca que mediante el acuerdo Colombia–Canadá “los exportadores canadienses obtendrán una ventaja competitiva significativa sobre Estados Unidos en productos como el trigo y la carne de cerdo”. ¿Cuándo reaccionará el Congreso?