Mendigos

martes, 27 de julio de 2010
Artículo publicado en Ámbito Jurídico No. 302, del 26 de julio al 8 de agosto de 2010


En una de sus visitas a Colombia, Muhammad Yunus, pionero del desarrollo del microcrédito, se refirió al origen de una línea de crédito especial del Grameen Bank, creada en 2003.

Un día al salir del banco una pordiosera le pidió una limosna. Yunus se quedó observándola y le preguntó por qué pedía dinero siendo una persona sana que podría desarrollar actividades productivas. La mendiga le contestó que nadie le daba trabajo y que seguramente él mismo, al verla con esa facha, no la contrataría.

Entonces Yunus le dijo que, en lugar de darle una limosna, él estaba dispuesto a hacerle un préstamo por el equivalente a unos pocos dólares; con ellos, podría comprar dulces o galletas o juguetes, para que los vendiera por las calles que recorría. Al cabo de una semana debía devolver el dinero más unos intereses.

Una semana después, a la salida del banco lo esperaba la mendiga para hacer el pago acordado y solicitarle otro crédito en iguales condiciones. El proceso se repitió varias veces y Yunus observó cómo la actitud de la mujer cambió notablemente.

En Bangladesh, como en muchos países en desarrollo, las personas, en especial las mujeres, se ven enfrentadas a la mendicidad como consecuencia de múltiples causas: desastres naturales, muerte del miembro de la familia que tenía empleo, abandono o repudio de la pareja, y discapacidad, entre otras. Por lo general los programas sociales de los gobiernos no llegan a estas personas.

Entusiasmado con lo observado, Yunus propuso a la Junta Directiva del Grameen que cada empleado del banco “adoptara” un mendigo para prestarle sumas pequeñas por periodos semanales y, obviamente, sin ningún tipo de garantía. Aún los que conocían de cerca a Yunus, dudaron de su cordura, pero finalmente la idea se impuso. Al cabo de unos meses, muchos empleados estaban solicitando autorización para que les permitieran “adoptar” más mendigos.

La línea diseñada tiene condiciones especiales. Inicialmente se prestan montos pequeños, que van creciendo a medida que hay un historial de cumplimiento de las obligaciones. Los préstamos a mendigos no tienen intereses y los plazos los define el cliente. Por ejemplo, un deudor que inicia con un crédito equivalente a 1,50 dólares y decide pagar cuotas semanales de 3,4 centavos de dólar, tendrá un plazo de 44 semanas. Adicionalmente, se les da sin costo un seguro de vida y uno de crédito.

Actualmente el programa presta a más de 100 mil mendigos y el crédito promedio está entre 12 y 15 dólares; en la práctica, la mayoría de estos clientes son vendedores ambulantes. Según Yunus, "18.000 han dejado de mendigar gracias al éxito del puerta a puerta, y otros muchos mendigan ya solo a tiempo parcial… a los mendigos les gustó la idea y muy pronto sabían qué casas son buenas para mendigar y cuáles para vender; en el fondo han hecho una segmentación del mercado".

Desde mediados de los años setenta, cuando surgió el microcrédito, se comprobó que los pobres son muy cumplidos con sus obligaciones financieras. Pero más importante aún fue constatar que el acceso al crédito formal mejora las condiciones de vida de los receptores.

La experiencia con los mendigos demuestra que esas características se cumplen incluso con los más pobres entre los pobres. A diferencia de la caridad, los microcréditos rescatan su dignidad como seres humanos; a pesar de no pagar intereses, el sólo hecho de saber que no es una limosna lo que reciben, les permite valorarse. Al recuperar la capacidad de subsistencia mediante el trabajo, mejoran las condiciones de vida y aumenta la posibilidad ahorrar y de educar a los hijos.

En el caso de Colombia, hasta comienzos del presente siglo el microcrédito era realizado por unas pocas ONGs. Pero ellas tenían una drástica restricción de recursos, pues al no tener licencia para captar dinero del público, dependían del apoyo de ONGs, otros organismos internacionales y créditos del sistema financiero, que hacían su labor muy costosa.

Algunas ONGs hicieron el esfuerzo de convertirse en establecimientos de crédito para poder captar recursos de ahorro del público y, al tiempo, algunas entidades del sector financiero empezaron a manifestar su interés en el microcrédito.

Esa labor silenciosa que venían desempeñando las ONGs especializadas y algunos establecimientos de crédito se fortaleció desde 2002, con las políticas del gobierno. Primero, mediante el convenio con el sector financiero en 2002 y segundo, con el programa Banca de las Oportunidades.

Las cifras evidencian el impacto de la política gubernamental. Entre 2006 y 2010 se otorgaron 5.6 millones de microcréditos y los desembolsos ascendieron a 16,6 billones de pesos. El acceso a los servicios financieros (bancarización) pasó del 47% al 57% de la población mayor de 18 años.

Pero también es claro que aún queda camino por recorrer. Los más pobres siguen en manos de los agiotistas y los mendigos son como parias que no cuentan ni siquiera para los prestamistas informales.

La reciente alianza del Grameen Bank con un grupo colombiano y la entrada de nuevos establecimientos financieros especializados en microfinanzas, sumadas a la continuidad que el nuevo gobierno le dé al programa de Banca de las Oportunidades, son la garantía para llegar con servicios financieros a más y más pobres. Ojalá lleguemos a un escenario en el que la mendicidad se reduce a su mínima expresión en Colombia, porque esos seres humanos se han reincorporado a la sociedad.

El mercado interno

jueves, 22 de julio de 2010
Publicado en el diario La República el jueves 22 de julio de 2010


La relación de Colombia con el mundo cambió radicalmente en los últimos ocho años, como consecuencia de la política de internacionalización que implementó el gobierno. Mientras que en 2002 sólo teníamos dos acuerdos comerciales con cinco países (CAN y G3), para finales de 2010 contaremos con 11 TLC negociados con 48 socios comerciales, que en el mediano plazo garantizarán acceso preferencial permanente para el 80 por ciento de las exportaciones.

La decisión de avanzar en las negociaciones comerciales, además de desarrollar el artículo 227 de la Constitución, se fundamenta en la posibilidad de aprovechar el potencial del comercio internacional como palanca de crecimiento.

Este último es un aspecto que los críticos de las negociaciones comerciales se niegan a aceptar, pues consideran que "todos los países que han logrado un grado apreciable de desarrollo lo han hecho basándose en su mercado interno y protegiendo su estructura industrial y agraria. Su crecimiento exportador posterior fue efecto y no causa de su progreso".

El argumento extrema la posición del gobierno, pues la internacionalización de la economía no significa acabar con el mercado interno. En términos generales, la mayoría de los países que se insertaron activamente en la economía globalizada y han sido exitosos, combinaron las ventajas del comercio internacional con el crecimiento del mercado interno.

La posición de los críticos no sólo desconoce la propia historia colombiana, con décadas de proteccionismo que generaron un sesgo anti-exportador, sino la palpable experiencia de otras economías subdesarrolladas que nos cogieron la delantera. ¿Se pueden imaginar a China, que en 1978 tenía un ingreso per cápita de 155 dólares, esperando a desarrollar su mercado interno antes de abrirse al mundo?

Curiosamente China es un ejemplo extremo que muestra la posibilidad de crecer con base en el comercio internacional y posteriormente fortalecer el mercado interno. En la última edición de Finanzas y Desarrollo, la economista Linda Yueh señala que un tercio del crecimiento del PIB de esa nación se explica por las exportaciones, mientras que el consumo interno, que representa el 35 por ciento del PIB, "solo contribuyó alrededor de 4 puntos porcentuales al crecimiento".

Colombia aspira a seguir una senda más balanceada que la de China, pues tiene un mercado interno amplio con un ingreso per cápita de 5.400 dólares y no es una economía autárquica. Los TLC son una oportunidad para crecer más y para cerrar las brechas de ingreso no sólo con el mundo desarrollado sino con las economías emergentes que se integraron antes a la globalización.

Si nos hubiéramos quedado esperando a "que estemos listos", el tren del desarrollo nos hubiera dejado aún más atrás.

Depresión

miércoles, 14 de julio de 2010
Artículo publicado en el diario La República, el 8 de julio de 2010

No acostumbro a citarme. Sin embargo, en esta ocasión lo justifica un artículo reciente del nobel de economía Paul Krugman que da fuerza a la idea central formulada en mi artículo "¿W?", publicado en Ámbito Jurídico número 298.

En "¿W?" se afirma que la reciente reactivación de la economía mundial puede ser efímera, porque hay síntomas de alerta que podrían repercutir en una reducción del crecimiento. El argumento se fundamenta en el bajo dinamismo económico de diversas regiones del mundo, en la expectativa de aumento de las tasas de interés por la aparición de presiones inflacionarias en algunos países, y en la compleja situación de la Unión Europea por el problema de los bonos soberanos.

En su columna del 27 de junio en el New York Times, Paul Krugman ve un panorama más sombrío, pues afirma que el mundo está en camino a la tercera depresión mundial; las dos anteriores fueron en 1873, la Larga Depresión, y 1929, la Gran Depresión.

Según Krugman: "Podría decirse que la recesión provocada por la crisis financiera terminó el verano pasado…, pero los historiadores del futuro nos dirán que ese no fue el final de la tercera depresión, de la misma manera que la recuperación de los negocios observada en 1933 no fue el final de la Gran Depresión".

Krugman califica como erróneas las decisiones de aumentar las tasas de interés y la adopción de políticas de austeridad fiscal en la coyuntura actual, pues ellas pueden llevar al mundo a una situación de deflación y a una depresión al estilo de la del siglo XIX. En su opinión, los países de la Unión Europea que han anunciado drásticos programas de ajuste fiscal sólo han logrado que los inversionistas los perciban como más riesgosos.

Y en el caso de Estados Unidos, "la Reserva Federal parece consciente de los riesgos deflacionarios, pero lo que se propone hacer frente a ellos es nada. La administración Obama entiende el peligro de una prematura austeridad fiscal, pero, dado que ni los republicanos ni los demócratas quieren autorizar en el Congreso las ayudas estatales adicionales, la austeridad llegará bajo la forma de recortes presupuestales tanto a nivel estatal como local".

En el caso de Colombia, en materia de política monetaria, las declaraciones recientes de un Codirector del Banco de la República sobre la necesidad de mantener bajas las tasas de interés, dan un mensaje de tranquilidad. Pero en la política fiscal las cosas son más complejas, por el aumento del déficit fiscal como consecuencia de la política contracíclia de 2009.

Aun así, ante el panorama de una probable tercera depresión, las autoridades colombianas deben mantener el pragmatismo que caracterizó las decisiones que permitieron al país salir bien librado de la reciente crisis mundial.